Se trata de un juicio que Franz Kafka nunca hubiera podido imaginar. Por primera vez desde 1945, informa Die Zeit, instituciones culturales alemanas e israelíes están en conflicto debido a la herencia "del más importante escritor judío de lengua alemana". La razón : las cartas y los manuscritos del autor conservados en una caja fuerte de Zurich. Kafka los había ofrecido al poeta Max Brod, el cual después de llevárselas a Israel los confió a su asistente Ester Hoffe, quien, antes de su muerte, quiso venderlos a los Archivos Literarios de Alemania.
El Estado de Israel reivindica los documentos como bienes culturales nacionales y niega a las dos hijas de Esther Hoffe el acceso a su herencia. Ante un tribunal de Tel Aviv, la Biblioteca Nacional de Jerusalén exige que los manuscritos sean repatriados a Israel y que los Archivos Literarios alemanes devuelvan el manuscrito de "El Proceso". Fue Max Brod, hace notar la Zeit, quien desencadenó todo esto en 1924, a la muerte de Kafka, "al no haber quemado los textos como Kafka había expresado".