En los últimos tiempos, no son muy habituales la demostraciones de afecto por la Unión Europea como para que nos detengamos ahora. La Unión, absorbida por la crisis de la deuda, la lucha por el crecimiento y contra el desempleo, el aumento del populismo y la gestión de su ampliación, se olvida de que sigue ejerciendo una formidable fuerza de atracción. Para los pueblos que no gozan de un Estado de derecho, Europa simboliza la esperanza de la libertad, de la democracia y de la modernidad.
Es el mensaje que nos transmiten las decenas de miles de ucranianos que, día tras día, se manifiestan en las plazas de Kiev y otras ciudades del país. La ira de los ucranianos pro-europeos no deja de aumentar desde que su presidente, Viktor Yanukóvich rompiera de repente las negociaciones del acuerdo de asociación con la UE el 21 de noviembre, una semana antes de su firma.
El Gobierno de Kiev no oculta la función que ha desempeñado Rusia en este giro: el domingo, el primer ministro anunció la marcha de Yanukóvich hacia Moscú en los próximos días para discutir una “hoja de ruta de cooperación”. Las manifestaciones masivas en Kiev y en el oeste de Ucrania, así como la ausencia de manifestaciones de apoyo al presidente en la parte oriental rusófona del país demuestran que un buen número de ucranianos abogan por la cooperación con la UE y no con el gran vecino del Este.
Europa como catalizador
Sin embargo, [el 1 de diciembre], en la “plaza de Europa”, en Kiev, las banderas estrelladas de la UE dieron paso a las banderas azules y amarillas de Ucrania. La reivindicación europea ha sido el catalizador de un movimiento más profundo, a favor de un cambio de régimen. La “revolución naranja” de 2004 fue una revolución inacabada.
Ucrania se quedó a medio camino: el Estado, pseudo-democrático, se abandonó a una corrupción sistémica y la economía, sin estructura, se hundió inexorablemente. Los manifestantes de 2013 quieren reformas y un Estado limpio y democrático. Un Estado europeo.
[[¿Qué puede hacer la UE? No puede salvar la economía ucraniana ni derrocar el poder. Pero puede mantener su oferta de acuerdo de asociación]]. También, mediante la voz de los dirigentes de Bruselas y de los grandes Estados miembros, ciegos durante demasiado tiempo a lo que se estaba jugando en Kiev, debe dejar claro que apoya las aspiraciones europeas pacíficas del pueblo ucraniano.
No repetir el error
Pero está claro que Yanukóvich no es el interlocutor idóneo. El domingo por la noche, el presidente del Parlamento ucraniano expuso la posibilidad de celebrar una mesa redonda en la que se reunieran los representantes del poder y de la oposición.
Es necesario apoyar esta idea, la misma que se aplicó en Varsovia en 1989, cuando gracias a la fórmula de la mesa redonda Solidarnosc pudo negociar la salida del comunismo.
En agosto de 1991, el presidente estadounidense George Bush padre, preocupado por la estabilidad, se dirigió a Kiev para pedir a los ucranianos que renunciaran a su sueño de la independencia y que se mantuvieran dentro de la URSS. Cuatro meses después, la URSS ya no existía. No repitamos este error. Europa no debe ni puede perder esta batalla.
Visto de Lviv
¡Viva la euro-revolución!
En la noche del 30 de noviembre y durante toda la mañana del 1 de diciembre, violentos enfrentamientos opusieron a las fuerzas del orden, los "Berkouts", a los manifestantes. Hay que lamentar decenas de heridos, entre los que que hay varios periodistas. El diario de lengua ucraniana de Kiev, Vissoki Zamok lo afirma : nueve años después de la Revolución Naranja, la "Euro-revolución" está en marcha:
Resulta simbólico que, el 1 de diciembre, aniversario del referéndum a favor de la independencia organizado hace veintidós años, Ucrania sea nuevamente teatro de manifestaciones a escala nacional, en nombre de su soberanía, de los derechos de sus ciudadanos y de su futuro europeo.
Según el diario, algunos de los manifestantes más violentos serían provocadores a las órdenes del Gobierno, que serían "pagados 250 dólares al día" para sembrar la discordia y atacar edificios públicos para desacreditar el movimiento.
Sin embargo, concluye Vissoki Zamok
no le queda ninguna salida [a Yanukóvich] tras el fiasco [del 29 de noviembre] en Vilna y el Sábado Sangriento en Kiev.