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Parece que la tormenta inflacionista que lleva imperando desde hace tres tumultuosos años está amainando, tras un periodo con unos picos históricos en varios países.
En la rifa inflacionista que ha asediado Europa, Hungría ha emergido como el estado miembro más afectado de la Unión Europea. A mediados del año pasado el país soportó una tasa de inflación que casi alcanzaba el 20 %, un pico incontrolable que superó en tres puntos a la media europea y casi duplicó la tasa de los países con mayor inflación (Polonia, República Checa y Eslovaquia), según el registro de la Eurostat.
En 2022, en un intento de limitar la subida de precios, el gobierno del Fidesz con Viktor Orbán a la cabeza estableció un régimen de limitación de precios aplicado a productos como la gasolina o la pasta. Sin embargo, esta maniobra intervencionista ha producido un efecto inesperado y ha generado escasez en una de las economías más dependientes del comercio del mundo, y paradójicamente, también ha avivado el fuego inflacionista que pretendía extinguir. Ahora que la inflación disminuye rápidamente, Gábor Kovács de la revista económica HVG observa una dura ironía: la bajada de precios "no señala prosperidad, sino penuria. Esta disminución se debe en gran medida al descenso en los precios de la energía, provocado por un cálculo desalentador: los hogares húngaros se están ajustando el cinturón con la calefacción, una prueba de las menguantes reservas financieras".
Haciéndose eco de este sombrío análisis, el instituto económico GKI, que HVG cita en su artículo, pinta un panorama desolador: "Hungría es ahora el país más pobre de la UE. El poder adquisitivo de los consumidores húngaros ha disminuido, con un 7,9 % menos de productos adquiridos en 2023 en comparación con 2022, a pesar de que las familias han gastado de media 327 000 forintos más (unos 840 euros) durante el mismo periodo. Todo parece apuntar a que el país se situará a la cola de la UE, incluso por debajo de Bulgaria, históricamente al final de la lista".
Los tigres bálticos tampoco son inmunes a la vorágine inflacionista: la economía letona está particularmente afectada con unos índices que alcanzan el 20 %. Tal y como ilustra un estudio de la Fundación Friedrich Ebert, la prosperidad económica (o la falta de ella) moldea el impacto de la inflación. En Letonia, el hogar medio gasta el 23,3 % de sus ingresos en comida, el 14,6 % en vivienda y otro 14,6 % en transporte. El diario Diena apunta que la inflación sigue constituyendo una amenaza en los países bálticos, a pesar de un descenso notable en Letonia en los últimos seis meses, que dejó los precios de consumo a finales del año pasado tan solo un 0,6 % más altos que en diciembre de 2022. Sin embargo, los precios se mantienen firmemente entre un 30 % y un 50 % por encima de las cifras de hace tres años. En 2024, los habitantes bálticos se preocupan por los costes de la alimentación, pero en Letonia, la amenaza de la subida de precios en sanidad y medicamentos acecha más que en resto de países.
En el diario económico checo Hospodářské noviny, los economistas Tomáš Adam y Jiří Schwarz mencionan la condicionalidad histórica de la alta inflación en Europa Central y Oriental, que ha asolado estos países independientemente de la moneda en circulación. "Se ha corrido un telón a través de Europa. Esta vez divide el continente en dos bloques separados no por ideología, sino por la inflación: en los últimos dos años, se ha producido un mayor aumento de precios en el Este, mientras que la inflación en los países del Oeste no ha sido tan alta", escriben los autores. También explican que la frontera pasa por los mismos sitios que Churchill nombró en su famoso discurso hace casi 80 años. El telón de acero de antaño ahora anuncia una división en el aumento de precios, ya que los países del Este se enfrentan a una inflación mayor que los países del Oeste. El abismo económico que dejó el telón de acero ha perdurado, con una Europa Oriental sofocada por una industria ineficiente y con un alto consumo energético de combustibles baratos soviéticos.
Aunque la caída del telón ocasionó una convergencia gradual, el nivel de vida del Este está rezagado con respecto al Oeste. Antes de la histórica sacudida energética, los países de Europa Central y Oriental (PECO) tenían un índice de precios aproximadamente un 30 % inferior a la media de la UE. Por ejemplo, los servicios costaban un 40 % menos y reflejaban las desigualdades salariales con Occidente. Por lo tanto, los habitantes de los PECO, que tienen un nivel de ingresos menor, gastan una proporción mayor de sus presupuestos en productos de primera necesidad, como comida o energía, y aumentan las consecuencias de los aumentos de precios debido a la inflación. Mientras las economías de los PECO se van igualando con los niveles occidentales, se espera que la región se adapte. La alta inflación presenciada en los últimos dos años en los países con rentas más bajas se considera una confluencia acelerada por el impacto en los precios: una tendencia que probablemente persistirá con las presiones salariales en alza en un futuro próximo.
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