Análisis Cambio climático y seguridad

Europa tiene que reconsiderar su estrategia contra el cambio climático y el conflicto en el Sahel

El cambio climático afecta gravemente al modo de vida en el Sahel y no debería subestimarse. Sin embargo, afirmar que este está directamente ligado al aumento de la radicalización y de la lucha entre comunidades no solo es superficial, sino que podría terminar siendo contraproducente.

Publicado en 1 junio 2021 a las 17:09

En los últimos años, la Unión Europea ha defendido una estrategia global para las crisis mundiales: el desarrollo y la seguridad deben abordarse conjuntamente para obtener resultados más sostenibles. Por lo tanto, hay que centrarse en la diplomacia y en la ayuda humanitaria, así como tener en cuenta los efectos del cambio climático (los legisladores de la UE llaman "nexo" a este tipo de acción conjunta). El nuevo plan europeo para solucionar las crisis es loable, pues muestra una mejor apreciación de las diferentes dimensiones de la inestabilidad y acepta las pruebas de que el cambio climático multiplica el riesgo en las regiones frágiles. Siguiendo estas tendencias, la narrativa política dominante de la UE sobre la región del Sahel, designada como nuevo laboratorio de la política exterior europea, considera el cambio climático como uno de los muchos desafíos de seguridad en la región.

Si bien en teoría las declaraciones políticas sobre el nexo entre clima y seguridad son bienvenidas, corren el riesgo de simplificar las particularidades de zonas donde la cuestión de seguridad es más compleja, especialmente en el Sahel. De hecho, si se analiza detalladamente, el vínculo entre el cambio climático y los conflictos en esta región no es tan obvio como se podría pensar en un principio.

No se puede negar que el Sahel es particularmente propenso a riesgos de diferentes tipos. Por un lado, la región se enfrenta desde 2012 a un aumento drástico de la violencia perpetrada por grupos armados que sobrepasan a las instituciones ya frágiles (y en algunos casos abusivas) e instigan el crimen, la migración y el desplazamiento. Por otro lado, las temperaturas en el Sahel están aumentando 1,5 veces más rápido que la media mundial, y al mismo tiempo, los registros muestran un incremento de las precipitaciones que afecta al modo de vida, sobre todo en las zonas rurales. Esta variación en el clima genera estaciones anómalas y sequías que perjudican los sistemas de cultivo, agravan la degradación de la tierra y favorecen la escasez de agua. No es de extrañar que los observadores de las políticas europeas y los académicos hayan considerado las sequías provocadas por el cambio climático como una causa directa de la violencia en la región que incita a la radicalización y enfrenta a los agricultores y ganaderos por el control de la tierra. No obstante, el nexo europeo entre clima y seguridad no es más que otro intento de explicar el aumento del nivel de la violencia en el Sahel.  

Realidad compleja 

En lo que respecta a la región del Sahel, la situación es más complicada. Un análisis publicado en el Journal of Peace Research en 2012 sobre las disputas por el uso de la tierra en Mali relacionadas con el cambio climático durante dos décadas no muestra ninguna correlación entre el clima y el conflicto. Es decir, tanto en épocas de sequía como en periodos de precipitaciones, las comunidades presentaron los mismo niveles de satisfacción e insatisfacción entre ellos y señalaban la incapacidad del estado como responsable de los fallos. El Instituto de Estudios de Seguridad de la Unión Europea lo respalda en su última investigación e indica que la narrativa predominante sobre la interrelación entre el cambio climático y los conflictos "no resiste al escrutinio empírico", al menos en el Sahel.  

Pero aún hay más. La teoría de la "paradoja de la abundancia" muestra que la escasez de recursos no puede relacionarse directamente con el conflicto. De hecho, sucede lo contrario: en épocas de recursos relativamente abundantes hay más conflictos, pues la competencia por las tierras se acrecienta. Este fenómeno, también denominado la “maldición de los recursos” se refiere principalmente a la presencia de recursos naturales valiosos (la literatura alude sobre todo al petróleo de países como Nigeria), que en teoría deberían generar desarrollo económico y riqueza, pero que en su lugar provocan conflicto o un desarrollo muy lento.

En el caso de Kenia, los académicos han observado que "los ataques al ganado son más violentos durante las estaciones húmedas, cuando los pastos y el agua son abundantes y el ganado goza de buena salud". En definitiva, tal y como sostiene la ONG International Crisis Group, ni el cambio climático ni la desertización son la causa directa de las discusiones, sino que la la responsable es la falta de regulaciones apropiadas para unos recursos cada vez más preciosos. 

Dinámicas locales

Por ello, cada vez que la UE y la Alianza del Sahel prestan ayuda al desarrollo para contrarrestar los efectos del cambio climático deberían tener en cuenta que sus proyectos podrían acabar teniendo el efecto contrario: al aumentar el valor de una zona concreta, las discusiones también aumentan. Pongamos como ejemplo el trabajo de la Opération de développement de l'élevage dans la region de Mopti (ODEM) [Operación de desarrollo ganadero en la región de Mopti] en el centro de Mali, que apoyó la construcción de pozos en una reserva pastoral. En lugar de aliviar las tensiones, la construcción de los pozos solo las aumentó, pues acabó por incrementar el valor de la tierra. Estamos ante un ejemplo esclarecedor de una ayuda al desarrollo contraproducente.

Con el fin de evitar estos efectos involuntarios, una mediación creíble y unas medidas de aplicación de la ley son esenciales para garantizar la sostenibilidad de todos los programas de desarrollo y clima financiados por la UE en el Sahel. En cambio, el compromiso europeo basado en afirmaciones que no tienen en cuenta el contexto del nexo entre clima y seguridad puede convertirse fácilmente en una respuesta genérica y uniforme a los desafíos de seguridad de la región.

Suposiciones erróneas

Esto tampoco quiere decir que el cambio climático no desempeñe ningún papel en el modo de vida del Sahel. Algunas de las entrevistas que realizamos en 2020 para un informe de la Fundación Konrad-Adenauer (KAS) señalan al cambio climático como un multiplicador de riesgos. Los efectos de este fenómeno son un obstáculo adicional para instituciones y sistemas socioecológicos ya frágiles de por sí, que elevan aun más el riesgo de conflictos. Pero este vínculo es demasiado débil como para que se mencione tan preponderantemente como se hace ahora en los círculos políticos europeos y en las reuniones entre la UE y los gobiernos del Sahel. La pregunta es: ¿cómo se forma la idea de que clima y conflicto están directamente relacionados y cómo se refuerza? 

Un entrevistado procedente de un país donante nos contó que el nexo dominante entre el clima y la seguridad no solo depende de lo obvio que parezca este vínculo, sino también de la manera en que llevamos a cabo las visitas con fines investigativos y diplomáticos en regiones afectadas por conflictos. "Como eres un extraño, a menudo obtienes las respuestas que buscas. Si decimos que hemos ido para observar la repercusión que tiene el cambio climático en el conflicto, pues es lo que te van a mostrar". También depende de una distorsión fundamental en la manera en que la UE presta ayuda en el exterior.

En las palabras de un miembro del personal de una ONG nigerina: "Tenemos que cambiar la palabra de moda constantemente para poder hacer nuestro trabajo, hace poco se trataba de prevenir el extremismo violento, después era la migración y ahora parece que el clima lleva la voz cantante". El resultado del cambio en las prioridades de las donaciones complica la evaluación a medio y largo plazo del impacto de los proyectos relacionados con el desarrollo y el clima, proyectos que deberían considerarse de larga duración. Por consiguiente, los gobiernos del Sahel, quienes —recordemos— no solo son muy corruptos, sino que también a veces son cómplices de los abusos perpetrados por sus fuerzas de seguridad, tienen la oportunidad perfecta para culpar al cambio climático del aumento de la violencia.

Respuesta adecuada

Entonces, ¿cómo invertimos las tendencias? ¿Cómo hay que reconsiderar los proyectos relacionados con el clima? En nuestro informe del KAS sobre el nexo europeo entre clima y seguridad, sostenemos que la estrategia europea en materia de seguridad del Sahel debe cambiar de punto de vista. El clima es un elemento fundamental de la crisis de la región, cuyos efectos observaremos a largo plazo, pero luchar contra el cambio climático desde una perspectiva de seguridad será inútil en el mejor de los casos, y perjudicial en el peor. Lo mismo ocurre con el desarrollo: intentar resolver el cambio climático mediante un programa de desarrollo, sin contar con unos sistemas judiciales y gubernamentales fiables en el lugar solo conseguirá aumentar las tensiones. 

En su lugar, las instituciones locales deben estar en el centro de la acción europea, pues son la única garantía de seguridad en el Sahel, pero también uno de los interlocutores más problemáticos de la región, dada la relación con algunos de sus electores y el símbolo de corrupción y abuso que representan. La nueva estrategia europea en el Sahel también ha optado por centrarse más en la gobernanza, para estudiar más de cerca los problemas con los gobiernos locales. Asimismo, la UE debe ser consciente de que abordar la escasez de recursos no va a aliviar automáticamente las tensiones en la zona. Más bien al contrario; como ya se ha mencionado anteriormente, la adaptación al clima puede ser contraproducente para la estabilidad si no se implementa bien. 

La nueva estrategia de adaptación al cambio climático de la UE es un paso adelante en este aspecto, y reconoce que "las estrategias, los programas y proyectos de adaptación deberían concebirse de manera que se tenga en cuenta la dimensión del conflicto para evitar agravar las tensiones". En esto deberían centrarse las directrices de los nexos entre las políticas de clima y desarrollo, especialmente en un momento en que la adaptación al clima pasa al primer plano con proyectos extensos financiados por la UE para reverdecer el Sahel, como la iniciativa de la Gran Muralla Verde, que hace poco ha recibido más de 14 000 millones de dólares de fondos por parte de donantes.   

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Las políticas de adaptación al clima que tienen en cuenta el conflicto deben comenzar con un análisis global de las dinámicas a nivel subnacional y local, ya que estas varían enormemente en la región.  Debido a la especificidad del contexto, se necesitan pruebas muy precisas para mejorar y desarrollar las medidas para hacer frente al cambio climático. Dada su exposición directa a las dinámicas políticas y de seguridad a nivel regional, las delegaciones de la UE en el Sahel desempeñan un papel esencial en dichos análisis y medidas basadas en evidencias.

Finalmente, es fundamental que la UE no apoye ciertas conexiones que causan inestabilidad regional. En su lugar, deberían centrarse en los principales desencadenantes del conflicto, como la falta de estructuras gubernamentales y sistemas judiciales a nivel local, estructuras imprescindibles para garantizar una estabilidad a largo plazo. El nexo entre clima y conflicto no es inevitable, pero la decisión de impulsarlo o de aplacarlo depende de los legisladores.

Los autores quieren dar las gracias a las ayudantes de investigación Selina Daugalies y Anne Eléonor Deleersnyder por su contribución durante la investigación y por haber redactado el borrador de este artículo.   


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