Noticias trabajadores bangladeses en Grecia
Más del 90 % de la producción total de fresas en Grecia proviene de la región de Manolada. (© Theodore Nikolaou)

Fresas griegas «hechas en Bangladesh»

Cerca de 10.000 inmigrantes viven en asentamientos precarios en los campos de fresas de Peloponeso. El «oro rojo» genera millones de euros de exportaciones por año. Solomon nos cuenta hasta qué punto este sector depende de los trabajadores bengalíes, que han reemplazado a los de los Balcanes.

Publicado en 10 noviembre 2021 a las 12:14
Photo: © Theodore Nikolaou  |  Más del 90 % de la producción total de fresas en Grecia proviene de la región de Manolada. (© Theodore Nikolaou)

Los negocios situados en la calle principal de Lappa, un pequeño pueblo en el noroeste del Peloponeso, son distintos a los negocios que se pueden encontrar en otras regiones provinciales de Grecia. Los carteles escritos en griego -cafés, tiendas de souvlaki, panaderías- en algunos comercios se mezclan con otros carteles, escritos en bengalí. Los dueños de los comercios, provenientes de Bangladesh, son conscientes de las necesidades de sus consumidores: la gran comunidad de los miles de trabajadores de la tierra, compatriotas suyos, que viven en la región y trabajan en los campos.

Hay personas, en todas las regiones de Grecia, que temen que la población local se «pervierta» por la llegada de refugiados e inmigrantes. Pero hay una región en particular en la que esta «perversión» ya ha ocurrido. Se trata, sin embargo, de una metamorfosis deseada y, de hecho, durante años, necesaria. Se trata de Manolada, en el Peloponeso.

«Manolada» hace referencia a una amplia región de la prefectura de Ilia en el Peloponeso, cerca de cuarenta kilómetros al oeste de Patras, que incluye los pueblos de Manolada, Nea Manolada, Neo Vouprasio, Lappa y Varda. El censo más reciente en Grecia se realizó en 2011. En aquel entonces, Manolada tenía una población de 844 habitantes, Lappas de 1.000 y Neo Vouprasio de 128. Sin embargo, el número real de personas que viven en la región es mucho mayor.

Al conducir por la carretera que conecta los diferentes pueblos, llegamos a Nea Manolada. A pesar de ser un domingo por la mañana, no hay mucha gente en la iglesia del centro del pueblo. La actividad se concentra en la puerta de la casa de apuestas cercana, donde está reunido un grupo de hombres de ascendencia india con un boleto de apuestas en sus manos.

Los recolectores bangladesíes son más baratos que sus predecesores de los Balcanes: por una jornada de trabajo de siete horas perciben 24 €, contra un promedio de entre 35 € y 40 € para los trabajadores de otras nacionalidades. © Theodore Nikolaou

Al lado de las tiendas griegas, de las casas de pueblo abandonadas y de algunas viviendas de dos pisos con grandes patios, se ha desarrollado una comunidad de gente que vive en casas de campo en ruinas y en campamentos precarios, escondidos de las calles principales. La mayor parte de ellos no tiene papeles: son invisibles para el Estado griego. Como Ali.

A pesar de que su tierna voz, sus rasgos faciales y su contextura indiquen que es un niño, Ali nos dice que tiene diecisiete años. En 2004, cuando nació, las fresas en Manolada formaban parte de los muchos productos cultivados en la región. Había 1.200 stremmata (aproximadamente 121 hectáreas) de campos de fresas.

El «oro rojo» de Manolada

La razón por la cual Ali, proveniente de Bangladesh, así como 10 000 trabajadores inmigrantes, han venido a esta región en las últimas décadas es el crecimiento acelerado de la producción de fresas. En 2012, cubrió 12 000 stremmata (aproximadamente 1214 hectáreas) y se estima que, en la actualidad, excede las 1517 hectáreas.

Según la Union of Fruit & Produce Exporters, en esta región se baten, cada año, los récords de exportación de fresa del año anterior.© Theodore Nikolaou

En Manolada se concentra más del 90 % de la producción total de fresas de Grecia, exportada prácticamente en su totalidad. En un  informe reciente, uno de los grandes productores de la región, Giannis Arvanitakis, habla de un producto «enteramente destinado a la exportación», y agrega que «solo un 4 % de la producción» se vende en el mercado interno.

El «oro rojo», término acuñado por el primer ministro griego de aquel momento, George Papandreou, se refiere a una industria valorada en decenas de millones de euros, que está en constante crecimiento. De acuerdo con la Union of Fruit & Produce Exporters, cada año las exportaciones de fresas de la región baten el récord del año anterior.


El mastur recibe, todos los fines de mes, el salario de los empleados para distribuirlo, y se queda con 1 euros de los 24 euros que cada trabajador recibe por día. 


En 2020, a pesar de la pandemia, durante la cual los productores se vieron obligados a desechar una parte de su producción, que no pudo comerciarse, las exportaciones de fresas fueron de 54.967 toneladas (por un valor de 71,7 millones de euros), lo que representó un crecimiento respecto al 2019, año en el que se exportaron 45.178 toneladas (55,4 millones de euros). En 2021, se espera que la producción y la exportación del «oro rojo» superen a las de 2020.  Según los productores, en 2025 los campos de fresas cubrirán 25.000 stremmata (aproximadamente 2509 hectáreas). 

Fresas griegas, trabajadores bangladesíes

Según los especialistas, la clave del éxito de la industria de la fresa es el dique del río Peneo, que hace que el suelo de Manolada sea extremadamente fértil. Otro componente fundamental es la mano de obra barata.

Quince años atrás, en Manolada, la fuerza de trabajo estaba integrada por trabajadores albaneses, rumanos, búlgaros y egipcios. Desde entonces, y a pesar de que todavía llegan, al principio de cada temporada, algunos búlgaros y rumanos, la mayor parte de los agricultores provienen de Bangladesh y, en menor medida, de Pakistán. Los obreros bangladesíes son mucho más baratos que sus predecesores de los Balcanes: por una jornada de trabajo de siete horas perciben 24 euros, contra un promedio de entre 35 y 40 euros para los trabajadores de otras nacionalidades.

La relación entre la producción de fresas y la mano de obra bangladesí es incontestable: la mayor parte de los trabajadores de Manolada provienen, de hecho, de la misma ciudad, Sylhet, ubicada en el noreste de Bangladesh. En los últimos años, Solomon ha visitado Manolada varias veces y ha tratado, entre otras cosas, los desafíos que los miles de trabajadores de la tierra debieron afrontar durante la pandemia.

Durante nuestras visitas, descubrimos la existencia de una «segunda generación» de trabajadores. Son jóvenes que vinieron a Manolada para unirse a sus padres, que llevan años trabajando en la región. O personas como Alí, que vino a encontrarse con su tío, después de que le dijera que aquí «sí hay trabajo». Su tío, cuando Ali llegó, ya se había mudado a Italia.

Una cocina improvisada en un campo, construída con lata y madera.© Theodore Niko…

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