Ikea, todo un lujo... kitsch

La esperada apertura del primer establecimiento de la cadena sueca en Sofía se ha visto ensombrecida por una polémica sobre los precios aplicados. Una ocasión ideal para que un periodista se burle del gusto de sus compatriotas por la novedad sin importar el precio.

Publicado en 23 septiembre 2011

El símbolo de la cadena de comida rápida es un payaso. A los niños les encanta porque, además de disfrutar de su hamburguesa, reciben un juguete de plástico. Aún recuerdo la apertura del primer restaurante de esta cadena en Sofía. La gente se ponía sus mejores galas, como para ir a la ópera. Intentaban reservar mesas con antelación. El socialismo les había enseñado que, a veces, valía la pena pasar la noche ante la puerta para ser el primero en la cola cuando se abriera el establecimiento.

Hoy sigue ocurriendo lo mismo cuando se inauguran las tiendas de las grandes marcas occidentales. No hemos cambiado. Y encima, a los búlgaros les gusta pagar más. Quizás sea otra costumbre del socialismo. Todo lo que es occidental debe costar caro. Cuanto más brille, mejor. En la época de penuria, los precios se fijaban de forma totalmente arbitraria. Pero prevalecía siempre un principio: ¡qué importa si algo es caro, con tal de poder tenerlo! Y luego éramos tan pobres que ni siquiera pensábamos en el valor real de las cosas.

En la carrera de los beneficios, los grandes perdedores son los más pobres del continente. Los pícaros empresarios de las grandes marcas se aprovechan de ello y lo saben perfectamente. Es mejor irse de compras a Milán que a Sofía, porque resulta más económico. Durante años, hemos esperado con impaciencia la apertura de la tienda de Ikea en Sofía [que tuvo lugar el 20 de septiembre], porque nos habían contado que se podían comprar artículos de calidad y a buen precio. Y luego nos hemos dado cuenta de que en el primer establecimiento de Ikea en Bulgaria los precios son más caros que en la vecina Rumanía. Es insultante…

Los cálculos balcánicos de Ikea

Sin embargo, los búlgaros deberían seguir un poco más el ejemplo del fundador de Ikea. Se trata de un hombre de edad avanzada que sigue utilizando su viejo coche. No lo cambia por uno nuevo y flamante. Porque es una persona austera. ¡Cuando se es inmensamente rico, es fácil ser austero! Cuando se es pobre, es más complicado: no hay nada que ahorrar. Es el absurdo sueco en los Balcanes: ofrecer a los pobres búlgaros un armario que cuesta dos veces menos en Grecia.

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Ser austero y hacer cuentas es para el hombre occidental. Nosotros somos unos pachás y nos gusta fardar, estamos incluso dispuestos a pelearnos para poder comprar más caro.

Me pregunto por qué Ikea ha tardado tanto tiempo en implantarse en nuestro país. Creo que es porque nos gusta comprar tonterías, pero a un alto precio. Sin embargo, algunos pensábamos que Ikea iba a demostrarnos que incluso las cosas económicas podían ser sólidas y fiables. Pero hoy, sospechamos que la cadena ha hecho sus propios cálculos balcánicos. Porque en Ikea, sin duda han comprendido la psicología de los autóctonos. A los indígenas les gusta comprar perlas de plástico. Y en sus precios, hay que incluir las ganas que tienen de comprar las perlas de plástico. Si el precio es demasiado bajo, quizás se sientan decepcionados… Es un poco triste, pero es así. En cualquier caso, vayan a comprar a Ikea en Bulgaria. Es divertido abrirse paso a codazos en la cola...

Contexto

El último país de la UE en tener su Ikea

El 20 de septiembre abrió sus puertas el primer establecimiento de Ikea en Bulgaria en la periferia de Sofía con un trasfondo de polémica. Según la prensa local, los precios aplicados por la firma sueca (en realidad, una franquicia del grupo griego Fourlis, que gestiona los establecimientos de Atenas y Tesalónica) serían superiores a los de otros países europeos. Pero esto no ha impedido que numerosos búlgaros hicieran cola para ser los primeros en entrar en la tienda. Bulgaria es el último país de la Unión Europea en tener un establecimiento del gigante sueco, cuya expansión en Europa del Este comenzó en el año 1991.

Desde la década de 1980 y la financiarización de la economía, los actores financieros nos han mostrado que los vacíos legales esconden una oportunidad a corto plazo. ¿Cómo terminan los inversores ecológicos financiando a las grandes petroleras? ¿Qué papel puede desempeñar la prensa? Hemos hablado de todo esto y más con nuestros investigadores Stefano Valentino y Giorgio Michalopoulos, que desentrañan para Voxeurop el lado oscuro de las finanzas verdes; hazaña por la que han sido recompensados varias veces.

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