Espionaje artístico. Censura libre de los medios de comunicación. Intimidación de fondo. Persecución combinada de minorías.
Un evento deportivo de alcance internacional, una pandemia mundial, un régimen manifiestamente autocrático: se ha cumplido con todas las condiciones para que estos Juegos Olímpicos de Invierno en Pekín se encuentren sumidos en la controversia.
Entre el uso masivo de cañones de nieve y el control policial del evento, sin olvidar las sospechas de vigilancia de los atletas extranjeros, y entre la atleta de la minoría reprimida uigur, Dinigeer Yilamujiang, que encendió la antorcha olímpica, y los ataques dirigidos a ciertos participantes chinos, todo esto en un contexto de apoyo del presidente chino Xi Jinping a su homólogo ruso Vladímir Putin con respecto a la crisis ucraniana, surge la pregunta de si aún es posible hablar de deporte al pensar en estos Juegos Olímpicos.
Las numerosas polémicas han provocado múltiples boicots “diplomáticos” agridulces en el resto del mundo, iniciados por Estados Unidos. Europa presenta opiniones diversas, ya que algunos países han desistido de enviar una delegación diplomática a China (como Lituania, Bélgica o Dinamarca), a diferencia de otros (como Francia, Polonia o Italia).
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