Juguemos a ser federalistas

Para paliar la ausencia de una política monetaria europea, la UE debe cambiar las normas del juego y aplicar un auténtico federalismo presupuestario. Les Echos escribe que está en juego el futuro de la zona euro y en un contexto más amplio, el de la Unión como organización común.

Publicado en 5 octubre 2010 a las 14:30

Menos mal. Los europeos por fin se han puesto de acuerdo. Todos están de acuerdo en que… el sistema adoptado hace un decenio ya no se tiene en pie. Deben cambiar las normas del juego presupuestario en la unión monetaria. La crisis griega de la pasada primavera lo ha dejado más que claro. La semana pasada, la Comisión Europea presentó sus propuestas. El Banco Central Europeo tiene sus ideas y los países también. En los próximos meses, el debate promete ser intenso. Sencillamente está en juego el futuro de la zona euro. Y también el futuro de Europa, como región avanzada en política, como organización común, como sueño de un mundo mejor.

Al principio, en los años noventa, la cuestión se había dejado cuidadosamente a un lado. Europa debía hacer realidad una primicia mundial: una unión monetaria sin unión presupuestaria. En caso de meterse en líos, estaba prohibido prestar auxilio a un país con dificultades. Y ni siquiera se planteaba la hipótesis del impago por parte de un Estado. Se tenía una fe ciega en la solidez pública.

Pero la historia demuestra que el Estado no siempre se ha considerado un buen pagador. Su quiebra debe contemplarse desde el punto de vista jurídico. El derecho concursal constituye una condición indispensable para el funcionamiento de una comunidad económica, algo que hemos podido comprobar en los países del este de Europa, donde las empresas empezaron a desarrollarse en los años noventa, una vez que se definieron las normas de la quiebra.

La crisis griega, paradigma del fracaso del Euro

Es cierto que los europeos habían adoptado un Pacto de Estabilidad que debía impedir llegar hasta este punto. Se suponía que los países debían respetar las normas de equilibrio presupuestario o, de lo contrario, se les impondrían sanciones. Pero este pacto, calificado de "estúpido" por el presidente de la Comisión Europea a comienzos de 2000, se rompió en mil pedazos en 2003, cuando Alemania y Francia se negaron a que se aplicara a su costa.

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Siete años después, la crisis griega, desencadenada tras revelarse la gran mentira sobre el estado de sus finanzas públicas, confirmó la futilidad del pacto. Ante tal emergencia, la Unión creó un Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, dotado de 750.000 millones de euros. Y el Banco Central Europeo acudió al auxilio de Grecia, adquiriendo sus obligaciones públicas e infringiendo así de forma flagrante el tratado europeo. No, decididamente, no se puede separar la unión presupuestaria de la monetaria.

Por lo tanto, es necesaria una reconstrucción y completar el federalismo monetario con un federalismo presupuestario, del cual el Fondo Europeo constituya una de sus articulaciones. El problema es que los principales puntos de acuerdo se refieren a las propuestas más ineptas. Por ejemplo, la Comisión quiere someter a todos los paísescuya deuda pública supere el 60% de su PIB a un "proceso sobre los déficits excesivos, tras el análisis de los distintos factores que determinen la calidad de su deuda y la evolución de su situación presupuestaria". Esta propuesta, que requeriría la contratación de cientos de economistas para realizar estos trabajos de análisis, podría llegar a incriminar a dieciséis países europeos que juntos agruparían al 86% de los habitantes de la Unión. Además, reforzaría un mecanismo que ya ha demostrado su ineficacia.

Una moneda estancada sin proyecto político

Por otro lado, Bruselas quiere aplicar una multa a los países con un déficit excesivo, algo así como si un médico recetara una sangría a un enfermo en plena hemorragia. Berlín ha tenido cierto éxito proponiendo sanciones automáticas. Nos imaginamos lo positivo que puede ser esta automaticidad si, por ejemplo, el Estado español, tras un final de mes difícil, se encontrara en una situación de falta de pago después pagar el importe de la multa eurocrática… Esta idea de los sistemas "automáticos" que se encuentra en otros ámbitos (como en la agencia de calificación que emite automáticamente notas en función de los indicadores macroeconómicos), muestra la confusión en la que nos encontramos.

La crisis debería impulsarnos a acelerar en la dirección de un federalismo presupuestario. Porque con la crisis aumentan las divergencias entre los países. Unas divergencias que ya se habían incrementado con el mismo funcionamiento de la Unión monetaria, pues cada país se especializaba lógicamente en sus puntos fuertes. Cuando los tipos de cambio son flexibles, el ajuste de los países más afectados por un temporal pasa siempre por una gran devaluación de su moneda.

Pero en la zona euro, los tipos de cambio desaparecieron. Esta ausencia de flexibilidad monetaria debe compensarse con la solidaridad presupuestaria. La moneda por la moneda, sin un proyecto político que vaya más allá, acaba siempre en estancamiento. Ya ocurrió algo así en Francia, Italia, Bélgica y los demás países lastrados por el bloque o en los años treinta.

UE/China

El yuan revienta los precios

"La UE discute con los chinos", titula Financial Times Deutschland en el momento en el que los dirigentes de la zona euro piden a China que revalúe el yuan. En la cumbre UE-Asia en Bruselas, el primer ministro chino Wen Jiabao no ha compartido las inquietudes de los europeos sobre la debilidad de la moneda china con respecto a un euro muy fuerte.

Según el diario de Hamburgo, si la demanda se justifica desde el punto de vista económico, Europa debe abstenerse de seguir el camino de las sanciones adoptado por Estados Unidos y Japón o, peor aún, de emprender una carrera hacia la devaluación. "Los europeos no tienen otra opción que confiar en la diplomacia". Y exigir el cumplimiento de las promesas hechas por parte de los chinos, es decir, reducir su balanza comercial reforzando el consumo, relajando la política de austeridad y aumentando los salarios. Esto es precisamente lo que los países europeos, con Francia a la cabeza, piden a Alemania.

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