Las violentas protestas callejeras que han tenido lugar en Belfast estas dos últimas semanas, tras la votación para limitar el tiempo que ondea la bandera de la Union Jack en el Ayuntamiento, han tocado fondo una vez más. La noche del 17 al 18 de diciembre una docena de manifestantes fueron detenidos tras haber lanzado ladrillos a la policía. La discordia surge a raíz de la reducción del número de días en los que se exhibe la bandera, que ha bajado de 365 a 20 días. La bandera constituye un poderoso símbolo del gobierno del Reino Unido sobre Irlanda del Norte, lo que genera una división entre los unionistas, que están a favor de su vinculación a Gran Bretaña, y los nacionalistas republicanos católicos.
Desde el pasado 3 de diciembre, día de la votación, miles de manifestantes unionistas han tomado las calles de Belfast casi todas las noches, montando barricadas y hogueras. “Esto no puede seguir así”, se alarma el Belfast Telegraph en portada. Los líderes unionistas, por su parte, apelan a que su electorado ponga fin a las protestas. Pero para el columnista del diario Liam Clarke, dichos representantes no están demostrando tener el liderazgo suficiente, puesto que
Hasta ahora los partidos unionistas han manejado tan mal la situación que tendrán que esforzarse a fondo para poder restablecer el orden. Los líderes deben transmitir confianza y altura de miras, y no someter a votación una propuesta desesperada en el pleno municipal. Más que acercarnos a Gran Bretaña, las imágenes de la semana pasada han puesto más presión en las relaciones existentes de la que jamás podría haber generado la votación por la bandera.
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Para Martin Fletcher, que escribe en las páginas de The Times, la presencia de Land Rovers blindados parece confirmar que “han vuelto los sombríos tiempos de los 'Troubles'” [hace referencia al periodo conocido como The Troubles, entre los años sesenta y 1998 en que el enfrentamiento era más violento]. Además, añade que
La votación por la bandera ha generado una explosión de rabia porque muchos unionistas consideran que representa la culminación de una implacable afrenta republicana en contra su identidad, que el acuerdo de Viernes Santo [firmado entre unionistas y republicanos en 1998] hizo posible. Creen que los nacionalistas irlandeses han conseguido mejores viviendas, escuelas e instalaciones que ellos. Queda por saber si el malestar actual disminuirá o si se produce una escalada de violencia, pero, en cualquier caso, el estado de ánimo seguirá siendo tenso y volátil.
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