Ideas Debate sobre la "Cancel culture"

La libertad de expresión debe promoverse y defenderse

Interviniendo en el debate sobre la “cancel culture”, el autor de Free Speech: Ten Principles for a Connected World enfatiza la necesidad de una robusta libertad de expresión pero también de una escucha cuidadosa y de mente abierta.

Publicado en 23 julio 2020 a las 10:00

Una carta abierta en defensa de un fuerte debate creó por su parte otro intenso debate que incluyó una larga carta de oposición. Muy bien. Además de defender la libertad de expresión, debemos promoverla para aquellos que rara vez son escuchados.

Más de 150 autores, académicos y periodistas, en su mayoría norteamericanos, firmaron la primera carta en la revista Harper’s Magazine para apoyar las protestas a favor de la justicia racial y social y hacer, además, una advertencia sobre las terribles consecuencias de una nueva cultura de censura, una intolerancia hacia las opiniones contrarias, un auge de la humillación pública y del ostracismo. Su punto principal se enfoca en la flaqueza de los líderes institucionales, que, en un intento desesperado por controlar consecuencias dañinas, han estado concediendo precipitadamente penas desproporcionadas en lugar de considerar ciertas reformas.

No están equivocados. Un tweet ofensivo, un comentario muy grosero o una cita literaria con un contenido profundamente racista o sexista común en la época de su redacción es motivo suficiente para echarte a la calle (un despido o mínimo una suspensión) conforme las instituciones se alejan precipitadamente de los leprosos intelectuales. Basta con equivocarte una vez.  Algunos opinarán que estos son casos excepcionales. No cabe duda de que cada uno debe considerarse dentro de su propio contexto. Sin embargo, hay una buena lista de ellos, y no necesitan ser numerosos para ponernos los pelos de punta. Esto debía expresarse y fue bien dicho.

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Pero, como concertarán muchos de los signatarios de la carta de Harper’s, esto no es más que la mitad de la respuesta liberal necesaria. La libertad de expresión requiere tanto de una voz como de un oído que la escuche. Se trata de los derechos y las necesidades de tanto los oradores como de los oyentes. Mahatma Gandhi habló memorablemente sobre intentar que los demás escuchen y sobre cómo el empezar nosotros mismos a escuchar a los demás es una de las mejores maneras de lograrlo.

Cambio de actitudes

Estos nuevos retos para la libertad de expresión reflejan las perspectivas de los representantes de ciertas minorías, así como el cambio de actitudes entre generaciones. En 1968, la indignación solía ser impulsada por los menores de 30 años. (Sería interesante comparar la edad promedio de los signatarios de la primera carta con la de los de la carta de oposición). Después de “los jóvenes del 68” están los que yo llamo “los pos-ochenta”. Tal como aquellas de los estudiantes radicales en 1968, sus exigencias a veces se expresan de formas extremas. Pero no queda de otra más que de pasar a través de las hipérboles para llegar al núcleo del mensaje.

Durante años he tenido conversaciones de esta naturaleza con mis estudiantes de Oxford, muchos de los cuales sostienen, por ejemplo, que una determinada asociación estudiantil hizo bien en impedir que la exministra del Interior británica Amber Rudd se expresase públicamente (sobre todo por su manera de manejar el escándalo Windrush). Si debiese resumir la lista de cargos presentada por mis estudiantes, diría algo así: “El mundo que vosotros los viejos liberales habéis construido para nosotros tiene una faceta podrida. ¿Cómo podéis seguir permitiendo que los policías estadounidenses continúen matando a personas de raza negra? ¿Cómo habéis podido tolerar la visión color de rosa de los británicos sobre su propio pasado colonial? ¿Cómo habéis podido hacer la vista gorda respecto a Harvey Weinstein y todos los demás agresores sexuales?

Vosotros, los viejos liberales, proclamáis ‘una igualdad de consideración y respeto’ (en las elocuentes palabras del filósofo Ronald Dworkin), pero las redes sociales (una parte del ámbito público más importante para nuestra generación que el New York Times o la BBC) han amplificado extraordinariamente la intolerancia hacia la comunidad LGBT+ y otros grupos, lo cual ha causado un sentimiento de amenaza entre las personas. Cada incidente concreto, como un tweet de un periodista, un comentario de un profesor o la opinión de un editor, puede parecer pequeño, pero para nosotros representa la punta de un iceberg gigante”.

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¿Acaso no tienen gran parte de razón? Pero esto definitivamente no justifica valerse de la intolerancia para llegar a un buen fin. Así que el resto de nuestra labor consiste en ofrecer maneras alternativas y más liberales de tratar estas inquietudes. Por ejemplo, creo que mi universidad ya debe de estar preparando una exhibición en la que la estatua de Cecil Rhodes, que pronto se desmontará, podría ser un punto esencial para analizar por qué los británicos se han enfrentado a su pasado colonial de una forma tan inadecuada. No debemos aceptar que aquellos cuyas convicciones parezcan ser inadmisibles sean privados de su libertad de palabra, pero también es importante crear nuevas plataformas que proyecten mejor la voz de los grupos olvidados y marginados.

Más artículos de las víctimas

La carta de oposición se publicó en la página web The Objective, que difunde artículos relacionados con “comunidades generalmente ignoradas por el periodismo estadounidense”. La atención dispareja constituyó una de sus principales quejas. Entonces, en lugar de despedir a editores por publicar un artículo ofensivo y mal editado, las revistas deberían centrarse en publicar más artículos de las víctimas de abuso y opresión. En lugar de abandonar a sus autores ante cualquier signo de controversia, las editoriales deberían emprender una ardua búsqueda de voces que hablen por quienes no pueden. Mediante estos pasos positivos, en vez de silenciar a otros, permitiremos que más voces se hagan escuchar tan claramente como las palabras de aquellos viejos profesores y periodistas liberales bien establecidos que publican artículos en la Harper’s Magazine o inclusive en el periódico Financial Times.

Este es el mundo que necesitamos ahora: un mundo rebosante de libertad de expresión y al mismo tiempo dispuesto a escuchar atentamente y con una mentalidad abierta.

El artículo original en Financial Times.

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