Pasajeros de destinos internacionales en la estación central de autobuses de Sofía (Bulgaria).

Los británicos y la política del avestruz

La oleada de inmigración búlgara y rumana prevista en el Reino Unido para 2014 no será tan elevada como había calculado anteriormente el Gobierno británico, según señala un nuevo informe oficial. Sin embargo, eso no es razón para ignorar las consecuencias que tendrá la inmigración a largo plazo en el urbanismo y los servicios sociales, subraya el diario conservador The Daily Telegraph.

Publicado en 5 abril 2013 a las 15:44
Pasajeros de destinos internacionales en la estación central de autobuses de Sofía (Bulgaria).

En 2014, cuando se levanten las restricciones temporales que se impusieron cuando entraron a formar parte de la UE, Gran Bretaña y otros países europeos abrirán el mercado laboral a Bulgaria y Rumanía. Los ministros han dejado claro que no pueden hacer nada para evitar que los emigrantes que deseen venir lo hagan, a pesar de la discutible campaña publicitaria que se ha emprendido para tratar de convencer a los recién llegados de que "Bretaña" ya no es precisamente "Gran" después de que todo se haya aplazado.

La cuestión, por tanto, no es cómo se puede impedir que vengan los recién llegados, sino si se está haciendo lo suficiente para prepararnos. En ese aspecto, la respuesta es un tajante «no». Resulta muy difícil hacer unos cálculos convincentes de la afluencia, pero el último estudio, llevado a cabo en nombre del Gobierno por el Instituto de Investigación Económica y Social, adopta ambiguamente una nueva dimensión. Los autores concluyen que “el Reino Unido no es el destino favorito” de los búlgaros y rumanos, pero añaden que eso podría cambiar.
Y, mientras solo se cuente con algo tan crudo como una cifra numérica, la opinión general es que la cifra esté por debajo de los 50.000 al año según predice MigrationWatch UK, y, por tanto, no hay razón para preocuparse excesivamente.

Menos poses y más planificación

Esta despreocupación es peligrosa. Aunque la cifra de recién llegados se desconozca verdaderamente, es mucho mejor estar bien preparados que mal preparados. Una vez más, sería un fracaso general no prepararse para las consecuencias de la emigración. Por ejemplo, el boom de natalidad impulsado por los recién llegados ha provocado una enorme presión en las plazas escolares: incluso sin un solo visitante de Bucarest o Sofía, Inglaterra necesitará más de 400 nuevas escuelas primarias al año para poder afrontarla. Lo mismo ocurre con los servicios públicos.

En un excelente artículo escrito la semana pasada, Frank Field y Nicholas Soames señalaron que, aunque se pueda limitar de alguna manera el número a emigrantes a unos 40.000 al año, lo que incrementaría el número de habitantes a 70 millones en 2030 , se necesitará construir “el equivalente a otra Birmingham, Manchester, Liverpool, Bradford, Leeds, Sheffield, Glasgow, Bristol y Oxford” con el fin de proporcionar suficiente espacio a los recién llegados. El problema es tan acuciante, afirman, que la UE necesitará suspender la libre circulación de trabajadores durante los periodos de gran desempleo.

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En este momento, hay pocas posibilidades de que eso ocurra. Por tanto, le corresponde a los políticos de ambos lados de la Cámara de los Comunes dejar de adoptar poses y hacer un poco más de planificación. Necesitan buscar la forma no solo de limitar la inmigración, sino de asegurar que los servicios públicos, a nivel local y nacional, serán capaces de afrontar los efectos del inexorable crecimiento de la población en nuestra cada vez más poblada isla.

Visto desde Bucarest

No es una ofensa personal

“Los ingleses no nos odian”, asegura la página de información rumana Hotnews:

no hay que tomarse estas cosas, que encandilan a la prensa y se convierten en un tema central de campaña para algunos políticos británicos, como algo personal, como dicen los ingleses. Somos chivos expiatorios de una crisis económica que coincide con una crisis de la Unión Europea, en la que los debates sobre los inmigrantes proliferan en la agenda pública.

Para Hotnews, en cualquier caso, “hoy en día no resulta fácil ser rumano en Gran Bretaña”. La información negativa sobre los rumanos genera un sentimiento de xenofobia “que explotan algunos políticos, como Diana James, candidata de UKIP en las elecciones legislativas parciales de Eastleigh, quien afirmó que los rumanos tienen cierta predilección por la delincuencia”. Tuvo que disculparse, pero aún así acabó en segunda posición, con un 28% de los votos.

La página también recoge que la petición online que insta a instaurar medidas contra la inmigración de búlgaros y rumanos, que ha conseguido más de 140.000 firmas, se debatirá en la Cámara de los Comunes el 22 de abril.

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