Ya está decidido: tras varios meses de negociaciones, General Motors venderá su filial europea Opel al fabricante de componentes para coches canadiense Magna y al banco ruso Sberbank. Pero si bien Angela Merkel declara “su alegría” por esta venta, los periódicos no se terminan de creer que la operación suponga realmente la salvación de la marca. La única que puede sentirse aliviada, según el Frankfurter Allgemeine Zeitung, es la propia canciller alemana, porque “podrá seguir con su campaña electoral sin preocuparse por el tema Opel”. Los trabajadores (25.000 en Alemania más 25.000 en otros lugares de Europa), no pueden dar saltos de alegría: 10.000 empleos peligran debido a que “el constructor de modelos de pequeño o mediano tamaño se verá golpeado de pleno por el fin del plan de ayudas para la renovación del parque automovilístico”. Además, el periódico considera que la imagen de Berlín en el extranjero sufrirá las consecuencias, porque “la solución Magna conlleva un plan que exige más sacrificios a los empleados británicos y belgas, y puede que también a los polacos y españoles, que a los alemanes”. No, “no hay ningún motivo para sentirse aliviado”, concluye el FAZ.
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