Análisis Tecnología y extrema derecha

Peter Thiel, el libertario radical que defiende los monopolios

En 2020, la Comisión Europea anunció su Ley de Servicios Digitales y su Ley de Mercados Digitales, dos Si bien el monopolio de empresas ha sido objeto de debate en los últimos años, también cuenta con defensores de gran influencia, como el empresario estadounidense Peter Thiel, escritor y cofundador de PayPal, además de partidario de Donald Trump.

Publicado en 16 noviembre 2022 a las 12:25

Las turbulencias ideológicas son como los movimientos de las placas continentales. Al principio, se producen de forma casi imperceptible, bajo tierra, pero sus seísmos pueden hacer temblar al mundo. Peter Thiel desencadenó un terremoto similar con su libro, De cero a uno.

En su portada, el delgado ejemplar publicado por primera vez en 2014, afirma ser un manual para fundadores en ciernes de empresas emergentes. En su interior, describe una forma radical de pensamiento que ha tenido una enorme influencia en Silicon Valley

El mensaje principal de esta publicación, surgida tras un curso que impartió Thiel en la Universidad de Stanford, su alma mater, es que los mercados competitivos destruyen los beneficios. Por lo tanto, tal y como escribe Thiel, los fundadores en ciernes deben intentar buscar monopolios allá donde sea posible. “La competencia es para perdedores”: así es como lo resumió posteriormente.

Sus afirmaciones cobran peso con sus éxitos: Thiel fue cofundador de PayPal, se convirtió en multimillonario con el mercado de valores e invirtió en Facebook, Airbnb y LinkedIn en sus inicios. Su imagen astuta e implacable se reforzó al crear Palantir, una empresa de extracción de datos dirigida a servicios de inteligencia y policiales y envuelta en escándalos constantes.

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Entre los admiradores de Thiel en las filas de las empresas tecnológicas se encuentran Mark Zuckerberg, fundador de Facebook , que ha afirmado que Thiel ha tenido “una gran influencia en mi pensamiento”. Zuckerberg no es el único. Las charlas del fundador de PayPal se han vuelto habituales en conferencias y en comités de expertos o "think-tanks" de derecha en Estados Unidos y han generado cientos de miles de visualizaciones en YouTube. Su biógrafo Max Chafkin sostiene que “el Thielismo es la ética dominante en Silicon Valley”. 

A través de su impresionante figura pública, el empresario nacido en Alemania se ha convertido en un modelo para una generación de creadores de empresas emergentes, para los que ha actuado como el defensor más feroz del monopolio. Ha contribuido a crear un pretexto intelectual para lo que de otro modo podría parecer una acumulación desmedida de capital.

Ahora que los responsables políticos en Europa y Estados Unidos están planificando medidas para dominar los poderes monopolísticos de los gigantes tecnológicos o “Big Tech”, tendrán que abordar el mundo que Peter Thiel ha contribuido a crear.

Un plan de acción para comerse a la competencia

Al igual que otras surgidas recientemente, las ideas expresadas en De cero a uno han contribuido a plantear una lógica para el impulso implacable de las empresas Big Tech para comprar o aniquilar a su competencia. Este impulso se ha convertido en la característica crucial de un mundo tecnológico dominado por unos pocos grandes operadores. 

Zuckerberg reconoce que Thiel, que se unió a la junta directiva de Facebook como uno de sus primeros inversores en 2004, le ha enseñado un modelo de efectos de red “que creo que es idóneo para tomar decisiones“. En una audiencia ante el Congreso de EE. UU. salieron a la luz correos internos que revelaban el temor del fundador de Facebook de que el efecto de red (por el que una red social se vuelve más fuerte con cada usuario que añade) podría perjudicar a Facebook, una vez que un competidor creciera. 


“Ya no creo que la libertad y la democracia sean compatibles” – Peter Thiel


Ante el reto que suponía el prometedor Instagram, aún diminuto, pero con un rápido crecimiento, Zuckerberg no lo dudó. En 2012, Facebook adquirió Instagram por la entonces inaudita suma de 1000 millones de dólares estadounidenses. "Lo que tienen las empresas emergentes es que, en muchas ocasiones, puedes adquirirlas”, le comentó entonces Zuckerberg a un subordinado. La neutralización de un competidor era una cuestión de “comprar tiempo”. Unos años antes, después de que Thiel hubiera invertido en Facebook, Zuckerberg afirmó que era “mejor comprar que competir“.

Cuando a Mark Zuckerberg le preguntó el año pasado una congresista a cuántos competidores había copiado Facebook a lo largo de los años para eliminarlos del mercado, respondió: “No lo sé”. Tras su testimonio, un informe de la Cámara de Representantes de EE. UU. reveló que Facebook había comprado casi 100 empresas, muchas de ellas rivales con tecnologías prometedoras. Casi todas las adquisiciones se realizaron sin oposición por parte de las autoridades responsables de la competencia. 

Clamor contra la “ideología de la competencia”

En algunos casos, el enfoque de Facebook parece copiado directamente del libro de Thiel. Inalterable ante las opiniones convencionales sobre economía, Thiel celebra los monopolios como elementos impulsores del progreso. Thiel observa que los mercados tienen la tendencia inherente de reducir los beneficios enfrentando a las empresas unas contra otras. En su opinión, es una deficiencia más que una característica necesaria de una economía que funciona. Para él, el “ecosistema competitivo empuja a las personas a ser despiadadas o a morir”. 

En cambio, en la perspectiva económica convencional, la mano invisible del mercado se considera una fuerza que crea un beneficio público. En un extraño eco del pensamiento anticapitalista, Thiel denomina esto la “ideología de la competencia” que “impregna nuestra sociedad y distorsiona nuestro pensamiento”. 

Si bien tiene poco en cuenta el impacto de los monopolios en la economía en general, Thiel justifica los “monopolios creativos” de las empresas innovadoras. Los distingue de los “abusones ilegales o los favoritos de los Gobiernos”, que no merecen las rentas de los monopolios.

Thiel apoya abiertamente las evasivas y falsedades que las Big Tech utilizan para ocultar su dominio en el mercado. “Los monopolistas mienten para protegerse”, escribe. Thiel destaca cómo Google se denominaba “simplemente como otra empresa tecnológica más” para “huir de todo tipo de atención no deseada”. Según explica Thiel, evitar el escrutinio normativo no es más que una mentira piadosa necesaria para seguir adelante. “Puesto que no tiene que preocuparse por competir con otros, [Google] cuenta con una mayor libertad para cuidar de sus trabajadores, sus productos y su impacto en el mundo en general”.

Insta a los fundadores de empresas a utilizar la tecnología innovadora para crear un monopolio que diferencie a sus empresas y les permita dominar otras. De hecho, el grito de guerra de los líderes de Facebook en sus reuniones de los inicios de la empresa era “¡Dominación!”. Zuckerberg describió su ambición global con un comentario citado por Kate Loss, su exredactora de discursos, a la que comentó que “antepone las empresas a los países”.

La UE y Estados Unidos suben la temperatura de las Big Tech

Mientras, en Estados Unidos, el presidente Joe Biden ha nombrado a Lina Khan, académica de 32 años y antimonopolista, como presidenta de la Comisión Federal de Comercio. En su obra La paradoja antimonopolio de Amazon, Khan ha presentado una visión sobre el monopolio que es casi diametralmente opuesta a la de Thiel y es una refutación clara de la doctrina de Bork.

En su influyente obra, Khan expone que no se pueden comprender los posibles daños a la competencia que suponen las Big Tech “si medimos la competencia principalmente por el precio y la producción”. En su opinión, la integración de diferentes servicios en plataformas como la creada por Google, Amazon o Facebook ha permitido a las empresas controlar una infraestructura vital de la que dependen sus rivales. Les ha ayudado “a aprovecharse de información recopilada sobre las empresas que utilizan sus servicios para socavarles como competidores”. No es de extrañar que Amazon y Facebook hayan pedido a Khan que dimita de su puesto en la Comisión Federal de Comercio.

La Ley de Mercados Digitales (Digital Markets Act – DMA) planificada por la Unión Europea tiene también como fin abordar el problema prohibiendo prácticas como el autofavorecimiento o "self-preferencing", por el que una empresa de plataformas utilizará un servicio dominante para beneficiar a sus demás productos. La ley limitará aún más la combinación de datos personales de servicios de plataformas esenciales con otros datos. Aunque todavía se están negociando los detalles de la ley, los responsables políticos esperan utilizar la nueva ley para abordar el poder en el mercado de los “guardianes” y contener radicalmente sus prácticas anticompetitivas.

La finalidad de la Ley de Mercados Digitales es regular la velocidad con la que las empresas digitales pueden dominar los mercados. Mientras aún se está trabajando en la Ley de Mercados Digitales, se espera que surjan otras normativas sobre los monopolios de las Big Tech.

Estas medidas no estarán exentas de una resistencia activa. A medida que aumenta la presión normativa sobre las Big Tech en Estados Unidos y la UE, las empresas han creado una extensa red de grupos de presión y "think-tanks" que defienden su visión. 

El gasto directo en lobby de las empresas tecnológicas ha llegado a docenas de millones al año en Bruselas y en Washington, mientras que solo Google financia más de doscientas asociaciones comerciales y ONG para promover sus intereses. 

El extraño libertarismo de Peter Thiel

Entre tanto y en medio del creciente escrutinio del sector tecnológico, Thiel se ha lanzado al mundo de la política. Entre los magnates de Silicon Valley, que en su mayoría son votantes y contribuyentes del Partido Democrático, Thiel destaca por ser uno de los pocos republicanos de alto perfil y partidario de Trump. En los últimos años, ha realizado notorias apariciones como su discurso en la Convención Nacional Republicana de 2016, además de contribuir con millones de dólares en campañas de candidatos republicanos y causas conservadoras.

Al igual que otras figuras clave entre la élite de Silicon Valley, Thiel ha descrito sus opiniones políticas como libertarias. Sin embargo, según sus propias palabras, ya en la década de los 90 rompió con una de las creencias clave de la ortodoxia libertaria que alaba el poder de los mercados libres. “Cuanto mayor es tu cociente intelectual, más pesimista te vuelves sobre las políticas del mercado libre”, escribió Thiel en su ensayo de 2009, La educación de un libertario, publicado por el también libertario Cato Institute. 

Aunque Thiel afirma que sigue comprometido con los dogmas libertarios como su postura contra “impuestos confiscatorios [y] colectivos totalitarios”, la crisis financiera y la vuelta al intervencionismo estatal inspirado por Keynes “destruyen toda esperanza de los libertarios con conciencia política”. 

Sencillamente el capitalismo “no era popular entre la multitud”, observaba Thiel. Tras evaluar el paisaje político después de la crisis, le resultaba imposible imaginar un panorama no dominado por fuerzas políticas que quieran limitar los mercados libres. Thiel afirma que, por consiguiente, determinó que era necesario sacar nuevas conclusiones sobre los límites a sus objetivos políticos libertarios: “Lo más importante es que ya no creo que la libertad y la democracia sean compatibles”. 

No está claro si Thiel sigue teniendo abiertamente opiniones antidemocráticas. Si es así, no le han impedido utilizar su dinero para influir en política. A principios de 2021, Thiel apoyó dos campañas al Senado de EE. UU. de dos expupilos convertidos en candidatos republicanos con diez millones de dólares para cada uno. Uno de ellos es Blake Masters, exalumno de Thiel que se presentó como candidato al Senado en Arizona por el Partido Republicano (y al que ha derrotado el demócrata Mark Kelly). Las notas de clase de Masters sobre la conferencia de Thiel en Stanford formaron la base de De cero a uno. Su joven acólito pasó a ser presidente de la filantrópica Thiel Foundation.

En declaraciones públicas, Thiel ha suavizado su amor por el monopolio, pero plantea una beligerante forma de nacionalismo. Mientras justifica el aumento del gasto militar afirmando que “nuestras bases nucleares siguen utilizando disquetes y los aviones de combate más nuevos no pueden ni siquiera volar con lluvia“, ha atacado a Google por su negativa “aparentemente traidora” de aceptar algunos contratos de defensa.

Sus apariciones públicas le han otorgado cierta notoriedad, pero desde hace tiempo esto ha ocultado el impacto más amplio de las ideas de Thiel. Hace poco, su creciente influencia en los círculos conservadores y el apoyo financiero a sus acólitos ha hecho que algunos comentaristas pronostiquen el “ascenso de los Thielistas” en las filas del Partido Republicano.

No está claro si este nuevo séquito adoptará toda la variedad de creencias quijotescas que ha apoyado Thiel, sus visiones promonopolios, su libertarismo antidemocrático o su apasionado nacionalismo. Pero en la absoluta confusión ideológica de la derecha estadounidense, parece probable que el eco de Thiel en las filas de los Republicanos se oirá más fuerte en el futuro. Nos queda por ver un ajuste de cuentas con la fuerza de sus ideas.

👉 Artículo original en Netzpolitik

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