La República Democrática del Congo celebra hoy el cincuenta aniversario de su independencia con la recepción de su antiguo colonizador, Bélgica. “El rey Alberto II encuentra en Kinshasa un país exhausto pero convaleciente, erguido, que intenta deshacerse de los oropeles de la guerra y que se ha vestido a pesar de todo con galas de fiesta”, observa en Le Soir el escritor y dramaturgo congoleño Lye Yoka, que recuerda también que la atmósfera está ensombrecida por la reciente muerte del activista por los derechos humanos Floribert Chebeya.
Las celebraciones van sin embargo más allá de la relación entre belgas y congoleños, pues el país “encarna muchos de los problemas históricos y contemporáneos de África”, recuerda The Independent. El periódico británico recuerda el apoyo que prestó Occidente al dictador Mobutu durante la guerra fría, la guerra civil que causó la muerte de tres millones de personas entre 1998 y 2003, y la “maldición” de sus recursos naturales, objeto de la codicia de muchos extranjeros.
Tras 50 años de independencia, ha llegado el momento de que Bélgica, Europa y Occidente hagan balance. “El análisis ya lo conocemos”, comenta De Standaard. “El colonialismo lleva a la desarticulación de las estructuras indígenas, Bélgica no preparó a los congoleses para una independencia sin transiciones, demasiado acelerada, y posteriormente ha hecho todo lo posible por mantener el control económico de su antigua colonia.” El periódico flamenco añade sin embargo que hoy “la colonización llegó a su fin, al igual que la Guerra Fría, y el futuro se crea cada día. Si Nelson Mandela se hubiera recreado en el pasado del apartheid, su país habría quedado reducido a escombros y no habría podido organizar jamás el Mundial de fútbol. Resulta muy colonialista pensar que, 50 años después, el colonialismo es lo que impide el renacimiento congoleño. Este renacimiento es posible, pero dependerá en primer lugar de la clase política congoleña y de la propia población.”
El escritor Lye Yoka identifica por su parte “dos desafíos esenciales: que la RDC se imponga como una potencia regional equilibrada, y por lo tanto respetada y respetable; por otro lado, el de una ex-potencia colonial reconvertida en socio sin complejos gracias a la reconciliación consigo misma a pesar de sus irredentismos, y reconciliada con las ambiciones de una Europa más social y hospitalaria.” Europa no será la única representada en las celebraciones: “Los belgas se dan cuenta de que su antigua colonia pierde su lugar de potencia emergente”, constata Le Soir. “La mayoría de los países africanos estarán presentes, además de una personalidad como Lula de Brasil, por quien el presidente Kabila siente gran admiración. “En último término, estima The Independent, “la mejor esperanza para el Congo es la cooperación regional. El Congo es un desastre africano. Sólo África podrá ofrecer a su pueblo que tanto ha sufrido la oportunidad de un futuro mejor”.