Totalmente de acuerdo (con nosotros mismos). David Cameron y Nicolas Sarkozy durante un desfile en Londres. Junio de 2010.

Una coalición en busca de liderazgo

Estados Unidos se muestra reacio a liderar la operación Amanecer de la Odisea, pero la puntillosa Europa carece de recursos y se enfrenta a complicaciones por los impedimentos de Alemania y Turquía, aliada de la OTAN.

Publicado en 23 marzo 2011 a las 15:24
Totalmente de acuerdo (con nosotros mismos). David Cameron y Nicolas Sarkozy durante un desfile en Londres. Junio de 2010.

Olvidemos la Operación Amanecer de la Odisea, la designación que el sistema informático semi-aleatorio de generación de nombres del Pentágono ha dado a la contribución estadounidense en la campaña militar en Libia. El nombre de Operación Ellamy, nuestro propio código para la participación de Gran Bretaña, tampoco es relevante. La campaña libia en realidad debería llamarse "La guerra que nadie quiere liderar".

Sólo llevamos cuatro días de guerra, pero ya han surgido graves divisiones dentro del liderazgo de la coalición sobre cómo llevar a cabo la campaña. Es fácil entender la reticencia de Barack Obama para desempeñar una función de líder en un conflicto que de entrada no aprobaba. En esta ocasión, se trataba de una guerra que Estados Unidos no quería.

Gran Bretaña y Francia puede que se hayan esforzado en obtener el apoyo internacional para establecer una zona de exclusión aérea. Entonces, si Londres y París han mostrado tanto interés en enfrentarse a Gadafi, ¿por qué no dirigen la campaña? Después de todo, a finales del año pasado, los Gobiernos británico y francés firmaron un nuevo pacto de cooperación en defensa, con el que acordaron cooperar más estrechamente en cuestiones militares. Los franceses incluso nos concedieron el uso de uno de sus portaaviones, asumiendo, claro está, que tuviéramos los aviones con los que despegar del mismo.

Europa se enfrenta a una falta clara de capacidad militar

El primer problema al que se enfrenta Europa a la hora de realizar operaciones independientes es una falta clara de capacidad militar. Cuando la ONU impuso una zona de exclusión aérea contra Irak a comienzos de la década de los noventa, la RAF (Fuerza Aérea Británica) realizó una media de una misión de combate por cada cinco llevadas a cabo por las Fuerzas Aéreas estadounidenses. Los franceses no volaron en ninguna ocasión, porque sus aviones Mirage tenían el mismo perfil de radar que los aviones que habían vendido a Saddam Hussein y por lo tanto corrían el peligro de ser disparados por los estadounidenses.

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Avanzamos dos décadas en el tiempo y los estadounidenses de nuevo se encargan de la mayor parte de las operaciones de combate. De las 100 misiones o más iniciadas desde que la ONU autorizó la acción militar a finales de la semana pasada, al menos la mitad de ellas han sido emprendidas por Estados Unidos. El resto se han dividido entre los británicos y los franceses. Hasta ahora, todas las operaciones de combate se han realizado bajo mando estadounidense, con el General Carter Ham dirigiendo las salvas de apertura de los esfuerzos de la coalición.

Pero a diferencia de las recientes campañas de la coalición en Kosovo, Irak y Afganistán, Libia es diferente. Esta vez, Obama y sus generales no ven la hora de poder transferir la responsabilidad de la misión a otro. Tal y como me comentaba un oficial estadounidense ayer: "Los europeos querían una zona de exclusión aérea ¿verdad?, pues entonces ahora pueden dirigir la zona de exclusión aérea".El único problema con esta solución tan buena es que, como suele ocurrir al tratar un asunto importante de seguridad, "los europeos" simplemente no logran ponerse de acuerdo sobre cómo dirigir la estructura de comando.

La intervención no ha sido iniciativa de la UE

Para empezar, no todos los líderes europeos apoyaron el establecimiento de la zona de exclusión aérea. La intervención militar ha sido más bien idea de David Cameron y Nicolas Sarkozy, en lugar de una iniciativa de la UE. La ineficaz Baronesa Ashton, gurú de Exteriores de la UE, dio muestras de su ingenuidad diplomática cuando se posicionó junto a los alemanes, con su oposición a la zona de exclusión aérea.

Incluso han surgido tensiones entre Londres y París, después de que los franceses, con su bravuconería característica, lanzaran los primeros ataques aéreos contra las fuerzas de Gadafi el sábado por la tarde, sin molestarse en informar a sus aliados de la OTAN. Pero es que los franceses siempre han llevado mal el hecho de recibir órdenes de los generales estadounidenses, independientemente de lo que diga Sarkozy sobre la superación de la ambivalencia histórica de Francia sobre las estructuras de comando de la OTAN.

Dicho esto, el unilatelarismo francés debería ser la menor de nuestras preocupaciones. Aunque el General Carter ha dejado claro que quiere transferir el control de la misión libia a una estructura de comando dirigida por la OTAN en los próximos días, los alemanes, tal y como ha señalado un diplomático, están actuando como "ancla de arrastre" en todo el asunto.

Aprender de la amarga experiencia de Afganistán

Sabemos por la amarga experiencia en Afganistán el daño que puede hacerse cuando los países individuales se empeñan en imponer sus propias limitaciones sobre lo que pueden y no pueden hacer sus fuerzas en operaciones militares. En Kabul, por ejemplo, se estima que sólo el 10 por ciento de las tropas alemanas desplegadas en Afganistán salieron de sus barracones, tal era la preocupación de Berlín sobre el peligro que corrían sus vidas al entrar en contacto con los talibanes.

Esta vez, los alemanes no pueden imponer estas restricciones, puesto que no tienen intención de desplegar sus escuadrones de Eurofighters para acompañar a los Typhoons (que también son Eurofighters, por cierto) de la RAF en las misiones de bombardeo contra las fuerzas de Gadafi. Pero, junto a los turcos, sí tienen la influencia para insistir en una estructura de comando y en las normas de participación de los aviones de la OTAN que impidan a la coalición lograr el objetivo de su misión. Si ocurre esto, se pondrá seriamente en peligro la capacidad de Europa de gestionar una guerra propia.

Desde Alemania

París, Berlín, Ankara: el trío infernal

"La coalición internacional contra Muamar El Gadafi tiene dos puntos débiles importantes", se lamenta el diario Süddeutsche Zeitung. "No sabe qué pretende lograr en Libia. Y lo que es peor: no sabe quién dirige las operaciones. […] Ante la ausencia de un liderazgo estadounidense, el egoísmo, la vanidad y las dudas son los que dominan la política".La primera acusada es Francia. Nicolas Sarkozy, sin el que no habría habido ni voto ni aplicación rápida de la resolución de la ONU, "quiere a toda costa excluir a la OTAN, cuya reputación podría irritar a los socios árabes de la alianza anti-Gadafi". Aunque nadie ha intentado verificar este supuesto.

"Turquía desempeña una función parecida, pero en el otro extremo", añade Süddeutsche Zeitung. El primer ministro Recep Tayyip Erdogan quiere ser el aliado de los autócratas "y al mismo tiempo ser el modelo democrático de las masas sublevadas. Sigue una ruta rigurosamente anti-europea y utiliza a Nicolas Sarkozy como capote para exacerbar la furia contra Europa". Por su parte, Alemania, "se coloca en una posición de aislamiento que incluso sus amigos no pueden explicar". En resumen, concluye el diario "la alianza practica la autodestrucción. Hay tres centros de comando responsables de la intervención en Libia, la operación lleva tres nombres diferentes, Noruega e Italia amenazan con retirarse si no se pone fin pronto a todo este lío. El sistema de alianzas de Bismarck era un juego de niños comparado con el caos en Europa".

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