Partidarios de la campaña del "sí" irlandés (foto: Ireland For Europe)

¿Y si Irlanda vuelve a decir que no?

El próximo 2 de octubre, Irlanda se pronunciará sobre el Tratado de Lisboa por segunda vez. Según The Financial Times, muchos estiman que Irlanda volverá al redil europeo para salir de la crisis económica, pero las últimas encuestas indican que el “no” está cobrando fuerza.

Publicado en 7 septiembre 2009 a las 14:58
Partidarios de la campaña del "sí" irlandés (foto: Ireland For Europe)

Del resultado del segundo referendo irlandés dependen la nueva presidencia del Consejo Europeo, la revisión de la política exterior de la Unión y la ampliación del voto por mayoría, con la consiguiente supresión del derecho de veto de los 27 Estados miembros sobre cuestiones tan delicadas como el derecho de asilo y la inmigración, la energía y el deporte.

En junio del 2008, los irlandeses rechazaron abiertamente el Tratado con un 53,4% de votos en contra, frente a un 46,6% de votos a favor. Entre los diversos factores que influyeron en la decisión se cuentan la complejidad del propio texto, el miedo a perder la neutralidad militar y a la legalización del aborto, y la posibilidad de que se aplique el voto por mayoría a las políticas defensiva y fiscal. Con la economía al borde de la recesión, también cobraron importancia el miedo al extranjero y la libre circulación de inmigrantes comunitarios.

El Gobierno de Dublín ha conseguido que la UE conceda garantías legales a Irlanda con relación a varias de estas cuestiones, pero, en esta ocasión, los votantes irlandeses son más imprevisibles y están de peor ánimo. No en vano, la crisis económica les ha afectado como al que más; hace tiempo que el tigre celta perdió la garra. Los sondeos indican que una clara mayoría elegirá la opción más segura, el “sí”. Por otra parte, los apoyos con los que cuenta el Tratado son frágiles y el partido del actual Gobierno, el Fianna Fail, despierta la ira de amplios sectores de la sociedad irlandesa. No se puede descartar que se produzca una reacción en contra de la clase dirigente, que en su mayoría defiende el Tratado.

Mientras que la mayoría de los líderes políticos favorables al Tratado sigue de vacaciones, los defensores del “no” ya han empezado la campaña. Se trata de un movimiento de lo más variopinto que comprende desde la izquierda radical a la ultraderecha. En él caben desde extremistas republicanos a conservadores católicos, incluidos el Sinn Fein, el brazo político del IRA Provisional, el Partido Socialista, los Amigos de Palestina contra el Tratado de Lisboa, el grupo antiaborto Coir y los Agricultores por el “no”. Un nombre que se echa en falta es el de Libertas, un partido concebido y financiado en su mayoría por el empresario Declan Ganley. Ganley costeó los gastos de la avalancha publicitaria de la campaña por el “no”, pero no obtuvo el escaño al que aspiraba en las elecciones al Parlamento Europeo, celebradas el pasado mes de junio.

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Los partidarios del “no”, por muy peculiar que pueda resultar su alianza, disfrutan del tiempo de cobertura que les corresponde en la televisión estatal y en los demás medios. Comparados con un grupo tan pintoresco, los partidarios del “sí” parecen serios y como a la defensiva en sus esfuerzos por convencer a los votantes de que el Tratado de Lisboa es positivo y necesario. Y es que aquellos de quienes cabría esperar una participación destacada en la campaña a favor del “sí”, no están ayudando mucho: es el caso de Charlie McCreevy, miembro de la Comisión Europea. En el primer referendo, el comisario irlandés reconoció no haberse leído el Tratado, todo un gesto de honestidad pero que sirvió de bien poco. En esta ocasión ha declarado que, de llevarse a cabo un referendo de esta índole en los demás estados miembros, el 95 por ciento votaría en contra. Pero el verdadero motivo por el que la participación de McCreevy en la campaña no será bien recibida es otro: su gestión al frente del ministerio de finanzas le convierte, con toda probabilidad, en el principal responsable de una burbuja que explotó, la inmobiliaria. Recordemos que McCreevy, el rey de la desregulación, era muy querido entre los promotores inmobiliarios.

Lo cierto es que el tema que ha acaparado la atención de los irlandeses este verano no ha sido el Tratado de Lisboa sino la Agencia Nacional de Gestión de Activos (NAMA, por sus siglas en inglés). El Gobierno irlandés pretende crear un banco basura para agrupar los activos tóxicos, en su mayoría préstamos a promotores dedicados a la especulación inmobiliaria. La opinión generalizada es que, con este proyecto, el Gobierno no hace sino echar otro capote a quienes se enriquecieron con la burbuja y más han contribuido a las arcas del Fianna Fail a lo largo de los años. Algo que podría ser falso, pues algunas grandes promotoras se declararán en quiebra. Pero si esta opinión se extiende —y el Sinn Fein está haciendo todo lo posible para que así sea—, el “sí” podría verse muy perjudicado. En cualquier caso, sería poco prudente dar por sentado el resultado antes del recuento de los últimos votos.

CRISIS ECONÓMICA

La NAMA alimenta el "no"

La controversia surgida en Irlanda en torno a la Agencia Nacional de Gestión de Activos (NAMA, por sus siglas en inglés) dista mucho de eclipsar el debate sobre el Tratado de Lisboa. El NAMA, un “banco malo” desarrollado por el jefe de gobierno de la República de Irlanda, Brian Cowen, y su impopular partido, el Fianna Fail, se encargaría de comprar activos tóxicos creados durante la burbuja inmobiliaria irlandesa (que explotó a finales de 2007 convirtiendo a la isla en uno de los Estados de la UE más afectados por la crisis). Se calcula que el valor de los préstamos que el Estado irlandés debería adquirir alcanza los 90.000 millones de euros, lo que le convertiría en uno de los principales propietarios inmobiliarios del planeta. Durante el fin de semana se ha publicado una encuesta realizada por el Irish Times y TNS mrbique revela que sólo el 26% de las personas encuestadas están a favor de que se cree dicho organismo, mientras que el 40% está en contra y el 34% restante no sabe o no contesta. En el Irish Times de hoy, el catedrático Brian Lucey, del Trinity College de Dublín, sostiene que “aunque la gente no comprende del todo los tecnicismos relacionados con el NAMA, sí que se dan cuenta de la falta de ética y la injusticia implícitas”. Con el NAMA, señala, se “ha tomado conscientemente la decisión de usar el dinero de los contribuyentes para pagar de más a los banqueros por sus activos tóxicos, transfiriendo miles de millones de euros de los impuestos a los accionistas”. Para financiar esta compra, el Estado va a tener que emitir bonos en los mercados internacionales. “Haciendo caso omiso de las dificultades con las que cualquier nueva emisión de deuda seguramente se va a encontrar en los próximos años”. Lucey acusa a los “burócratas de Merrion Street” [Ministerio de Economía] de “no saber en qué mundo viven”.

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