Entrevista Por una Europa convivialista

Alain Caillé : “Europa carece de una filosofía política que considere los desafíos relativos al medio ambiente y al clima”

El sociólogo Alain Caillé estima que, ante los diversos peligros existentes, Europa debe armarse de instituciones políticas comunes eficaces. Es así como podrá consolidar un poderío político acorde con su poderío económico para poder por fin ser escuchada.

Publicado en 14 septiembre 2020 a las 22:47

Alain Caillé incitó la redacción del segundo manifiesto convivialista, publicado en Francia por la editorial Actes Sud justo antes del confinamiento. Este manifiesto nace de una labor conjunta llevada a cabo por unos 300 académicos de 33 países (incluyendo a Claude Alphandéry, Edgar Morin, Hartmut Rosa, Elena Pulcini, Ahmet Insel, Chantal Mouffe y Noam Chomsky) en respuesta a la alarmante situación actual fruto de décadas de “neoliberalismo global”.

Catherine André para Voxeurop: ¿Puede recordarnos cuáles son los grandes principios defendidos por el convivialismo, cuya meta es contradecir la ideología neoliberal?

Antes que todo, cabe destacar que estos 300 académicos y activistas provienen de contextos político-ideológicos muy diferentes, si no opuestos. Sin embargo, se pusieron de acuerdo respecto a 5 principios y un imperativo irrefutable. Ya en el primer manifiesto se habían establecido los principios de humanidad común (la esencia del comunismo), de socialidad común (la esencia del socialismo), de individualización legítima (la esencia del anarquismo) y de oposición creadora (la esencia del liberalismo político). El segundo manifiesto incluye un principio de naturalidad común, que en teoría se encuentra implícito en el primer manifiesto, pero que es preferible explicitar. Asimismo, el segundo somete los cinco principios a la necesidad de combatir la aspiración a un poderío absoluto, aquello que los griegos llamaban “hibris”, ilustrada de manera visible y preocupante por la desconcertante explosión sideral de las desigualdades. Y esta hibris ahora encarna lo que los griegos, otra vez, llamaban “pleonexia”, el deseo insaciable de riqueza.

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¿Cómo se explica el triunfo de la ideología neoliberal, que dio paso a un nuevo capitalismo, un capitalismo “en estado puro”? ¿Por qué salió victoriosa con tanta facilidad por encima de las ideas que surgieron al final de la Segunda Guerra Mundial y que particularmente dirigieron el proyecto europeo?

Existe una gran maraña de razones que justifican este triunfo: económicas, financieras, mediáticas, militares, policiales, etc. Sin embargo, en la que más hace énfasis el convivialismo es la fuerza de las ideas (cuando encuentran los medios materiales para realizarse). No debemos subestimar el papel de la Sociedad Mont Pelerin (fundada en 1947 por futuros premios Nobel de economía con el fin de dejar atrás el keynesianismo y las normas socialdemócratas) en la génesis del neoliberalismo. Este último ejerce su hegemonía, en el sentido gramsciano de la palabra, basándose en la simpleza rústica y, por ende, en el simplismo de sus tesis (greed is good: permitamos que la avidez crezca en todos y todo será de color de rosa).

Una de las razones esenciales que nos impiden oponernos al neoliberalismo, la ideología del capitalismo rentista y especulativo, es nuestra carencia de una filosofía política que se pueda universalizar y compartir a gran escala y que considere los desafíos actuales, empezando por el agotamiento de los recursos naturales y el calentamiento global.

¿Puede identificar responsabilidades de la Unión Europea en esta evolución?

Todos las saben, ¿no? Inicialmente, el proyecto europeo pretendía edificar una comunidad supranacional tanto económica como cultural y tendencialmente política y social. Pero lo que finalmente subsistió, sobre todo tras el ingreso del Reino Unido, fue el proyecto de construir un espacio económico acorde con las normas neoliberales. Lo único que quedó de aquel proyecto de humanidad común y socialidad común fue la creación de un homo economicus común. La individualización legítima se vio limitada a la libre elección de los consumidores.

En lo referente a la oposición creadora que le da vida a la democracia y permite a los individuos “oponerse sin masacrarse” (en palabras de Marcel Mauss, en su famoso Ensayo sobre el don, de 1925), esta dio paso a regulaciones consideradas como tecnócratas y ajenas por la gran mayoría de los europeos y a menudo manipuladas por los grupos de presión pese a su ocasional legitimidad. La inconfundible y abismal brecha entre el poderío económico de Europa y su nulidad política da origen a un sentimiento de impotencia general sumamente peligroso.

¿Qué constituiría una Europa convivialista que desempeñe plenamente su papel en la aplicación de soluciones a todos los desafíos por enfrentar?

Los cinco principios del convivialismo son interdependientes. Alemania se atuvo al principio de humanidad común cuando recibió una gran cantidad de migrantes (aun sabiendo que esta decisión se vio influenciada por consideraciones económicas y geoestratégicas). Pero también se debe hacer justicia a la socialidad común, al deseo de permanecer siempre unidos, al respeto de la naturaleza y la democracia, etc. Nada de esto se podrá lograr sin instituciones políticas comunes eficaces, es decir, instituciones que den acceso a una política común (exterior, militar, industrial, científica) sin importar cuán descentralizada esté. Y esto es todavía más cierto hoy en día, con los nacionalismos agresivos y parcialmente fascistas que se están desencadenando por todo el mundo.

Nada puede asegurar que los ideales democráticos vayan a sobrevivir por mucho tiempo fuera de Europa del norte y del oeste, donde de todas maneras se encuentran en un riesgo creciente. Los peligros que nos acechan incrementan la necesidad urgente de consolidar un poderío político en Europa acorde con su poderío económico y capaz de transmitir por fin su mensaje. Quizá esta sea la última esperanza para salvar lo que debe rescatarse de la democracia (mediante una renovación de sus formas existentes) y hacer frente a los desafíos medioambientales. No veo otra opción aparte de la creación de una República europea confederal conformada por Estados voluntarios, empezando, como mínimo, por Alemania y Francia.

La democracia ha sido violentada, amenazada y ridiculizada en diversas partes de Europa como Hungría, Polonia y Bielorrusia, al puro extremo, ¿no es verdad? ¿Cómo se puede apoyar a sociedades civiles que proveen numerosas soluciones?

La pregunta no solo gira en torno a Hungría, Polonia y Bielorrusia. Ha surgido en numerosas partes del mundo: Turquía, Argelia, Egipto, la India, Brasil, etc., y ni hablemos de China, Rusia, Siria, Irán o Arabia Saudita. No será posible ayudar a los demócratas de estos países si Europa deja de ser una fuente de inspiración y legitimidad para ellos y carece de un poderío que dé peso a sus palabras.

Pero fijémonos en el otro extremo del problema, respecto a lo que mencioné al principio. Una de las explicaciones a nuestra impotencia frente al neoliberalismo es nuestra carencia de una filosofía política alternativa y verosímil. Este es el caso de todas las sublevaciones que intentan arrasar con todas las dictaduras actuales.

Se despliegan en honor a ideales democráticos pero, como estos se ven comprometidos por una recuperación basada en el neoliberalismo, no logran ofrecer el horizonte de esperanza necesario. El convivialismo intenta precisamente proveer esta filosofía política alternativa, este horizonte de esperanza. Para ello, explicita los valores (y sus implicaciones políticas, económicas y sociales) que motivan una lucha colectiva impulsada por estos mismos en muchas otras partes del mundo.

Consultar la lista de signatarios del Segundo manifiesto convivialista.


Alain Caillé (1944), profesor emérito de sociología en la universidad Paris-Ouest-Nanterre, es el director de la revista MAUSS (movimiento antiutilitarista en las ciencias sociales) y se encarga de moderar el grupo Internationale convivialiste.

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