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Por qué Bielorrusia está borrando la memoria de la resistencia polaca de la Segunda Guerra Mundial

En los últimos años, se están produciendo hechos extraños con los monumentos y las tumbas de guerra en Bielorrusia. Se han destruido sepulturas de los combatientes de la resistencia polaca durante la guerra y Bielorrusia afirma oficialmente que esas tumbas nunca existieron. Por otro lado, la televisión estatal bielorrusa califica a estos soldados como fascistas.

Publicado en 23 agosto 2022 a las 14:37

El 27 de junio, la Unión de Polacos en Bielorrusia denunció que unos "delincuentes desconocidos" habían robado lápidas y desenterrado los cuerpos de dos soldados polacos del AK [Armia Krajowa o Ejército Nacional, la resistencia polaca en la Segunda Guerra Mundial]. Murieron en 1944 en Iodkavichy, cerca de Grodno [un territorio que antiguamente era parte de Polonia].

El 30 de junio, el ministro polaco de Exteriores afirmó que habían aumentado los "actos de profanación de lugares de la memoria nacional polaca" en Bielorrusia. Según los diplomáticos polacos, estos actos se habían producido sobre todo en la región de Grodno, donde existen 550 lugares de enterramiento de los combatientes del AK.


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El 5 de julio, la Embajada de Polonia en Bielorrusia publicó una foto del diplomático Martin Wojciechowski en el lugar de las tumbas destruidas en Mikulishki, en la región de Grodno. El servicio de prensa de la embajada escribió que el cementerio militar polaco "había quedado arrasado de forma salvaje". Otras imágenes muestran rastros de neumáticos. Las tumbas estaban cubiertas con arena que se había alisado con maquinaria de construcción.

El ministro polaco de Exteriores reaccionó a la destrucción de las tumbas de guerra convocando al encargado de negocios bielorruso.

“No hay ninguna tumba”

En respuesta, el ministro de Exteriores bielorruso llamó a consultas de inmediato a Martin Wojciechowski. Al embajador se le comunicó que no había ninguna sepultura de soldados extranjeros en Mikulishki y que "la legalidad de las obras la confirmó la Oficina del fiscal general y se basaba en datos que demostraban la ausencia de restos humanos”.

La tumba de dos soldados del Armia Krajowa polaco en Iodkavichy, cerca de Grodno, antes y después de la profanación. | Fotografía: Mariusz Proskieñ/The Village.

Un par de días más tarde, un representante de la Unión de Polacos afirmaba que se había destruido la lápida de un lugar de enterramiento de combatientes del AK en Volkovysk.

Y, el mismo día, los espectadores de "Belsat", una cadena de televisión polaca en bielorruso, conocieron la noticia de que también habían desaparecido cruces de sepulturas de soldados junto a la población de Kachichy, en el distrito de Korelichy.

El historiador Alexey Bratochkin comenta lo siguiente: “El motivo cultural [para mantener estos lugares] debe ir acompañado de una dimensión política: la voluntad de superar conflictos y desacuerdos, incluido en el ámbito de la memoria histórica. Si se destruyen tumbas, significa no solo un desafío en cuanto a la cultura, sino también un gesto político, quizás un intento de vengarse, no tanto por el pasado, sino por el presente: en concreto, la posición política del Gobierno polaco con respecto a los que ocupan el poder en Bielorrusia”.

“Panda de nacionalistas polacos”

Como respuesta a las acusaciones polacas, la propaganda bielorrusa formula su propia versión de lo que está sucediendo con las tumbas. Por ejemplo, el periódico SB Belarus Segodnya, publicado por el Gobierno del presidente Alexander Lukashenko, cita al politólogo Piotr Petrowski, que plantea que el AK debe reconocerse como una organización extremista.

Olga Bondareva, una bloguera y activista de Grodno, denomina a los combatientes del AK como "terroristas" en su canal de Telegram: “Bielorrusia ha hecho añicos el cementerio de los terroristas polacos del Armia Krajowa. Para los que no lo sepan, el AK es una panda de nacionalistas polacos que durante la Gran Guerra Patriótica cooperaron con Alemania y participaron en la limpieza étnica de la población de Bielorrusia”.

Aliaksey Bratochkin considera esta narrativa demasiado simplista: “Las actitudes con respecto al AK se forman sobre la base de lo que hicieron sus representantes a la población civil, pero también tienen que ver con los nazis, la cuestión de las fronteras de Bielorrusia, la influencia soviética, etc.”.

El Armia Krajowa luchó tanto con los nazis y, según la situación política, con los soviéticos. El historiador Evgeni Mironovich ha descrito la situación en Bielorrusia Occidental durante la Segunda Guerra Mundial como "una guerra de todos contra todos". Bratochkin señala que el grupo étnico de los bielorrusos también luchó en las tropas del AK.

En 2017, Polonia aprobó enmiendas a la "Ley de Descomunización". En un año, se demolieron 470 esculturas y objetos arquitectónicos, la mayoría dedicados al Ejército Rojo. Sin embargo, esta iniciativa no se aplicó a tumbas de guerra.

El debate sobre los monumentos de la era socialista se desató en febrero, cuando Rusia invadió Ucrania. El 23 de marzo, las autoridades de la población de Chrzowice derribaron una estela de cinco metros de alto con una estrella roja que señalaba un antiguo cementerio con las tumbas de 620 soldados del Ejército Rojo. A esta acción de Chrzowice le siguió la demolición de monumentos en las localidades de Siedlec, Międzyblące y Garnciarsko.

El 19 de abril, la Unión Republicana Juvenil de Bielorrusia organizó una concentración junto al consulado polaco en Brest "contra las acciones del Gobierno polaco para derribar monumentos de los soldados liberadores soviéticos de la Gran Guerra Patriótica".

La culpabilidad polaca

En muchos países de Europa del Este y Central se han adoptado acciones similares a la "Ley de Descomunización", pero la política de memoria polaca ofende sobre todo a las autoridades bielorrusas, como comenta Bratochkin: “Por supuesto, existe un marco común de interpretación de la Segunda Guerra Mundial: la derrota de la Alemania nazi es un resultado excelente. Pero las narrativas de cómo comenzó el conflicto, la función de las distintas fuerzas en ese momento y la representación de los intereses nacionales difieren entre Polonia y Bielorrusia”.


“Tras los eventos de 2020, las fuerzas de seguridad se han convertido en historiadores. La historia se ha declarado un ámbito de seguridad nacional”

Aliaksey Bratochkin, historiador


Tal y como señala Bratochkin, la versión oficial de la historia de la Segunda Guerra Mundial en Bielorrusia enfatiza el movimiento partisano soviético: “Las distintas interpretaciones de los eventos son normales, pero también existen conflictos. Uno de estos conflictos es la memoria de los ataques de Romuald Rice en Podlasie en la posguerra y el asesinato de bielorrusos por parte de sus soldados en 1946. Rice fue miembro del AK y participó en la resistencia antisoviética, pero también cometió crímenes contra civiles. Las autoridades bielorrusas han convertido esta historia en uno de los elementos clave de la retórica antipolaca actual, como una ilustración de un 'genocidio del pueblo bielorruso'”.

En los últimos dos años, el Gobierno bielorruso ha tenido una serie de disputas con Polonia. Una de ellas fue con respecto a la detención el 25 de marzo de 2021 en Grodno de Andrzej Poczobut, periodista y activista de la Unión de los Polacos. En opinión de Andrzej Pisalnik, otro periodista polaco: “Mientras Rusia lleva a cabo la 'desnazificación' o desucranización en Ucrania, en Bielorrusia estos procesos pueden denominarse desbielorrusianización y despolonización. Lo interpretamos en el contexto del conflicto militar en Ucrania. Bielorrusia se encuentra ocupada por Rusia. Todo lo que sucede aquí lo inicia el régimen de la ocupación”.

El historiador Aleksei Bratochkin relaciona esta campaña con el hecho de que el Gobierno polaco no reconoce los resultados oficiales de las elecciones presidenciales de 2020: “Las autoridades bielorrusas bajo Alexander Lukashenko siempre han intentado controlar la lealtad de las minorías nacionales a través de distintos mecanismos, en algunas ocasiones permitiendo organizaciones y escuelas, por ejemplo, y, en otras, prohibiéndolas. Era un equilibrio delicado. Pero, de vez en cuando, las autoridades disputaban la ‘doble lealtad’ de los ciudadanos, por ejemplo, criticando la distribución de tarjetas de identidad polacas, intentando controlar las actividades de la Iglesia en Bielorrusia, luchando contra los intentos fundamentales de autoorganización y controlando la Unión de los Polacos”. 

Historia escrita por fiscales

En la primavera de 2021, Andrei Shved, fiscal general de Bielorrusia, afirmó que mientras se investigaba la causa penal del "genocidio del pueblo bielorruso", la policía había encontrado "aún vivos" a veteranos del AK, "que se habían alistado como miembros de batallones represivos". Shved afirmó que Bielorrusia tiene la intención de pedir a Polonia la "debida asistencia jurídica".

No se ha informado del progreso de la investigación, pero un año después, el fiscal general fue editor de un libro titulado "Genocidio del pueblo bielorruso". De este modo, como afirma Aliaksey Bratochkin, la oficina del fiscal se convirtió en responsable de la memoria histórica de Bielorrusia: “Tras los eventos de 2020, las fuerzas de seguridad se han convertido en historiadores. La historia se ha declarado un ámbito de seguridad nacional. Las autoridades creen que el pasado y su interpretación oficial deben protegerse al máximo. Esto explica las leyes sobre el genocidio del pueblo bielorruso y contra la rehabilitación del nazismo, así como las enmiendas a ley sobre el extremismo. La proliferación de símbolos de protesta ha asustado a las autoridades. Se está estableciendo un monopolio sobre la interpretación de la historia. Esto no se puede mantener a la fuerza en una sociedad moderna. Pero es lo que se está intentando hacer hoy en Bielorrusia”.

Bratockhin cree que las esperanzas del fiscal de que se produzca un juicio de farsa de los combatientes del AK no son realistas: “En Europa, existen mecanismos para juzgar crímenes contra la humanidad que no tienen plazos de prescripción. Pero la aplicación de estos mecanismos debe estar justificada y debe ser individualizada. Solo se puede enjuiciar a aquellos que hayan cometido crímenes de guerra. El Armia Krajowa no era una organización delictiva”.

Desde 1988 hasta 1994-95 teníamos una política de memoria democrática. Distintos grupos podían participar en debates públicos sobre el pasado histórico colectivo y, de ese modo, influían en las versiones de la historia que se difundían.

Ahora tenemos una narrativa oficial bastante rígida de la historia que las autoridades están intentando proteger a la fuerza. Pero si la política de la memoria se vuelve de nuevo democrática, podremos mantener una conversación pública sobre nuestro pasado conjunto. Entonces la situación mejorará.

Este artículo se publica dentro de nuestro programa de apoyo a los medios y periodistas independientes de Bielorrusia.
 👉 Artículo original en The Village Belarus

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