Reportaje Guerra en Ucrania
Limassol, Chipre, 13 de marzo de 2022. Activistas rusos protestan contra la invasión de Ucrania por el ejército de Moscú. | Foto: Photomaru

Chipre: refugio de los rusos en contra de la guerra

Tras la intensificación del autoritarismo de Vladimir Putin, muchos opositores políticos y objetores de conciencia rusos se han visto obligados a abandonar su país. Algunos han encontrado refugio en Chipre, un país conocido desde hace tiempo por ser un remanso de paz. Un reportaje de Chloé Emmanouilidis.

Publicado en 19 julio 2022 a las 11:05
Limassol, Chipre, 13 de marzo de 2022. Activistas rusos protestan contra la invasión de Ucrania por el ejército de Moscú. | Foto: Photomaru

Estamos a finales de primavera en Limasol, una estación balnearia de la costa sur de Chipre; el sol ardiente resplandece en el mar agitado y las sombrillas se mueven con el viento. Dmitry Gudkov, exiliado ruso de 42 años, comprueba sin cesar su teléfono móvil, aislado tras sus gafas negras. En el cuello luce una insignia con los colores de la bandera rusa contra la guerra, azul y blanca: “El rojo recuerda demasiado a la sangre derramada en Ucrania”, explica entre dos sorbos de café. 

Al igual que Gudkov, una gran cantidad de rusos ha optado por emigrar a Tiflis, Ereván, Estambul o incluso Tel Aviv. Desde el inicio de la invasión de Ucrania por el ejército ruso el 24 de febrero de 2022, más de 8 millones de ucranianos han huido de su país, según las últimas cifras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Más de 3 millones habrían vuelto ya a Ucrania. Pero alrededor de 500 000 rusos, entre ellos periodistas, opositores, activistas, directivos o personalidades del mundo de los negocios, han elegido la vía del exilio para huir del régimen de Vladimir Putin. Según la valoración de Gudkov, es una cifra que el Ministerio del Interior se niega a comentar de momento.

Algunos de ellos llegaron a Limasol, a pesar de las sanciones internacionales impuestas por Estados Unidos y la UE contra Rusia relacionadas con la invasión de Ucrania. Más de 10 000 ucranianos que huían de la guerra se han mezclado con la comunidad rusa presente ya desde hace años en la isla. Limasol es desde hace tiempo un destino apreciado por los expatriados rusos acomodados. A la ciudad incluso se la conoce con el apodo de "Limasolgrado" en parte por su fama de punto neurálgico de las finanzas rusas “offshore” y de refugio para aquellos que quieren disimular sus riquezas.

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En 2020, Chipre suspendió su controvertido programa de “visados dorados” o “Golden Visa”, con el que concedía la nacionalidad a los extranjeros a cambio de inversiones locales masivas. Esta decisión supuso el fin del sector de la construcción de alta gama en Limasol, donde se detuvo la construcción de varios inmuebles. Este programa, lanzado en 2007, se volvió especialmente atractivo tras la llegada al poder del presidente Nicos Anastasiades en 2013. Al final, los “visados dorados” inyectaron más de 8000 millones de euros a la debilitada economía después de la crisis económica de 2013.

Tras la perestroika, el viento de reformas característico de los años en el poder de Mijaíl Gorbachov (1985-1991), la comunidad rusa de más de 50 000 personas registró un crecimiento exponencial. En la actualidad, abundan los establecimientos con carteles con caracteres cirílicos, junto a periódicos, emisoras de radio, colegios e iglesias rusas. 

Ley marcial y persecuciones

Gudkov no es un desconocido en Rusia. Desde 2011 hasta 2016 fue miembro de la oposición en la Duma, la cámara baja del Parlamento federal ruso y votó contra la anexión de Crimea en 2014. En 2019, prohibieron a su partido “Party Of Changes” presentarse a las elecciones legislativas moscovitas. “Se trata de una táctica habitual del régimen de Putin porque, si hubiéramos participado, habríamos ganado”, afirma Gudkov. Tras haber sido encarcelado dos días por un “asunto” de blanqueo de capitales relacionado con su tía, se vio obligado a huir a Chipre en 2021 con su familia, por miedo a que le persiguieran. 


“Lamentamos profundamente que los ucranianos sufran, pero se está castigando por partida doble a una parte importante de la sociedad rusa, perseguida por sus ideas políticas y víctima de las sanciones

Alexander Solovyev


“Si no tienen motivos suficientes para inventarse un caso penal contra ti, lo hacen contra tu familia y te sientes responsable por la persecución de tus seres queridos”, explica Alexander Solovyev, de 34 años y exasistente parlamentario de Gudkov. “No tenemos otra opción que salir del país. Es un régimen autoritario que se está convirtiendo rápidamente en un régimen totalitario”, destaca Solovyev, también exiliado en Limasol. La mayoría de los rusos han huido por temor a ser encarcelados so pretexto de la ley marcial, con la que el Kremlin puede restringir las libertades de sus ciudadanos y penalizar la “difusión pública de informaciones falsas” sobre la guerra, bajo pena de 15 años de prisión. “En Rusia sucede como como durante la invasión soviética de Afganistán: si dices la verdad sobre la guerra de Ucrania, puedes acabar en la cárcel”, explica Gudkov. 

Desde Chipre, Gudkov es un miembro activo del comité antiguerra de Rusia, una iniciativa creada originalmente por personalidades políticas y públicas rusas en el exilio para ayudar a los exiliados rusos y a los refugiados ucranianos. Georgia y Armenia autorizan a los rusos a entrar en el país sin visado y a vivir en ellos durante un año. Turquía también permite entrar sin visado, pero solo concede dos meses de residencia. 

Ante el ambiente opresor de comienzos de la guerra, Daria, analista financiera de 33 años, decidió el pasado mes de marzo empaquetar su vida en dos maletas y coger un vuelo a través de Estambul para llegar a Chipre desde Moscú, en un periplo de dos semanas. “Puesto que era difícil resistir a la dictadura de Putin, decidí dejar de pagar impuestos y huir, porque no quiero ‘contribuir’ a esta vergüenza que ellos denominan ‘operación militar especial’, al menos no en mi nombre”, afirma. 

Todos quieren llegar a la Unión Europea. Pero una gran cantidad de rusos que, Como Daria, son de la clase media y han tenido la oportunidad de exiliarse en uno de los países de la UE, han visto cómo sus ahorros se hundían tras las sanciones bancarias internacionales. Por ello, cuando tuvo que abrir una cuenta bancaria, a Daria le pagó en efectivo la consultoría para la que trabaja. “Lamentamos profundamente que los ucranianos sufran, pero se está castigando por partida doble a una parte importante de la sociedad rusa, perseguida por sus ideas políticas y víctima de las sanciones”, señala Solovyev. “Muchos rusos necesitan ayuda y asistencia jurídica para legalizar sus condiciones en los países europeos. Merecen una asistencia y un procedimiento simplificado”, destaca.

“Me cuesta trabajo entender el sentido de las sanciones: así no se parará a Putin”, opina por su parte Nikita, de 26 años, que espera conseguir un permiso de residencia en Chipre. Junto a su mujer, decidieron salir de Rusia justo tras la guerra y pasaron por Kazajistán para llegar hasta la isla. “Cuando cruzamos la frontera rusa, eliminamos todas las aplicaciones y conversaciones antimilitares, porque algunas personas tuvieron problemas por ello en los controles de pasaportes del aeropuerto”, nos cuenta. 

Este joven director de ventas confiesa también tener un sentimiento de impotencia ante lo que sucede: ”Quiero hacer todo lo que esté en mi mano para que pare esta guerra, pero no sé cómo hacerlo”, comenta con sus ojos azules llenos de lágrimas. Para los rusos que huyen del régimen de Putin, el desmoronamiento de su vida es una tragedia personal. Pero, mientras Putin esté en el poder, no conciben la idea de volver a Rusia. 


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