Little Britain, una calle en el distrito financiero de Londres (Ian T Edwards)

El ambigüo discurso británico

Ahora que Tony Blair y David Miliband se han convertido en posibles candidatos para las principales carteras de la UE, Londres parece orientarse hacia una mayor implicación en Europa. Pero tal como advierte Maryt Dejevsky en The Independent, el conservador David Cameron podría poner fin a esta tendencia antes de que pueda tener ningún impacto.

Publicado en 27 octubre 2009 a las 16:47
Little Britain, una calle en el distrito financiero de Londres (Ian T Edwards)

Hace alrededor de una semana me quedé con la boca metafóricamente abierta en un think-tank de Londres al ver cómo una serie de oradores machacaban de forma sistemática todos los argumentos comúnmente esgrimidos en apoyo de la “especial relación” entre Gran Bretaña y Estados Unidos. En resumen, lo que decían era lo siguiente:

Gran Bretaña debía asumir que era una potencia mediana, con un tamaño, riqueza y radio de influencia muy distintos de los de Estados Unidos. En el futuro, la relación no haría sino volverse cada vez más desigual dadas las ambiciones globales de Estados Unidos y la aparición en escena de China. La potencia militar y otros recursos de Gran Bretaña quedarían distorsionados —en perjuicio nuestro— si tratábamos de seguir la estela de Estados Unidos. Por otro lado, identificar tan estrechamente nuestros intereses nacionales con los de Estados Unidos nos situaba en la humillante posición de tener que cambiar nuestra política exterior cada vez que se producía un cambio de administración en Estados Unidos, por más que nuestro gobierno siguiera siendo el mismo. La conclusión era que nuestra política exterior y de alineamiento tenía que orientarse en el futuro hacia la Unión Europea, aunque por el momento la pertenencia a la OTAN y a la UE eran conciliables.

Gran Bretaña sigue siendo parte de la UE...

Mi asombro sin embargo se debía sólo en parte a los argumentos presentados desde la tribuna, por muy convincentes que resultaran. Principalmente se debía a que la audiencia, plagada de militares, diplomáticos y funcionarios de defensa experimentados, de una edad que debería haberles convertido en atlantistas por temperamento, parecía estar más bien de acuerdo con lo que se decía. Nadie cuestionaba la idea de que Gran Bretaña no sólo debía hacerse el traje en función de la tela de la que disponía, sino que a efectos de política exterior y de defensa debía integrarse en algo mayor que ella misma, algo que muy probablemente era la Unión Europea.

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En el espacio de un par de horas casi todas las “vacas sagradas” de defensa fueron degolladas, desde la responsabilidad moral de Gran Bretaña de participar en intervenciones humanitarias por todo el planeta hasta el coste de renovar el sistema de disuasión nuclear Trident. Nuestros compromisos en Irak y en Afganistán no eran tratados como demostraciones de nuestra capacidad de intervención a nivel global, sino como experiencias aleccionadoras que ilustraban los límites de nuestras capacidades.

Un espléndido discurso proeuropeo

Resulta difícil evaluar hasta qué punto esta nueva definición de las relaciones de Gran Bretaña con el mundo exterior encuentra eco en las primeras filas del gobierno, y no sólo en los corredores del poder. Al menos hasta ayer, es decir, hasta que el ministro de Exteriores británico, David Miliband, dio uno de los discursos más eurófilos —y menos atlantistas— que ha dado jamás ningún ministro ante una audiencia británica desde que el partido laborista subió al poder hace 12 años.

Al defender que Gran Bretaña debía canalizar su política exterior primariamente a través de la UE, Miliband enterró a la práctica la “relación especial.” Ciertamente insistió en que Europa “no sustituía en absoluto el compromiso de Gran Bretaña con Estados Unidos,” pero todas las demás cosas que dijo iban en otra dirección. Estados Unidos sólo figuraba en el discurso como una gran potencia más. “Europa,” dijo Miliband ”es nuestro continente.”

Un gobierno con un profundo sentimiento europeo

Resulta trágico, por supuesto, que este gobierno —o al menos este ministro de Asuntos Exteriores— no haya descubierto al europeo que lleva dentro hasta ahora que casi ha perdido toda su autoridad. Y aunque el discurso de Miliband tal vez obedeciera más a un interés personal de postularse para un cargo en la Unión Europea que a una completa reorientación de la política del gobierno, no parece que eso importe demasiado en último término. Pues todo indica que estamos asistiendo a otro caso lamentable de desencuentro histórico.

Incluso ahora que la mayor parte del aparato de la diplomacia y de defensa comienza a aceptar que Europa resulta el terreno lógico para que Gran Bretaña ejerza su influencia, parece que estamos a punto de elegir a un gobierno más euroescéptico que ninguno de los que hayamos tenido desde que entramos en la UE. Ahora que Gran Bretaña tenía la oportunidad de entrar a formar parte del núcleo central de Europa, David Cameron nada contra la corriente de la historia y sólo tiene aliados marginales. El único consuelo que les queda a los europeístas británicos es que antes de que Cameron pueda enfrentarse a Bruselas, podría ser que se encontrara con un serio revés doméstico en la cuestión europea.

DESPUÉS DE LISBOA

¿Presentará Gran Bretaña a sus aspirantes a los puestos de la UE?

La entrada en vigor del Tratado de Lisboa dotará a la UE de un Presidente y un Alto Representante de Asuntos Exteriores y dos de los nombres que se barajan para ocupar estos dos altos cargos son británicos. Los dos posibles candidatos, el ex primer ministro Tony Blair para la función de Presidente y el actual Secretario de Relaciones Exteriores David Miliband para la de Alto Representante, son miembros del asediado Partido Laborista y ninguno de ellos ha anunciado que se presentará a alguno de los puestos.

De hecho, Miliband, ha insistido en que no estaría disponible, pero los comentaristas han interpretado esta afirmación con escepticismo, sobre todo después del discurso excepcionalmente proeuropeo que pronunció a principios de esta semana y que al menos un periódico británico señaló que podría considerarse “como una impresionante solicitud de empleo”. En cualquier caso, lo que es seguro es que en las cuestiones de la EU importan las cuotas. Si uno de los dos cargos se concede a un británico, el otro sin duda será para un candidato de otro lugar de la UE.

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