Dos años después de recibir el impacto de la recesión, los tiempos dorados con tasas de crecimiento de dos dígitos han quedado totalmente olvidados en Irlanda, y en su lugar se ha instalado la impresión de que el país vuelve a estar en la posición de partida: desempleo masivo, emigración masiva y trenes que todavía tardan 4 horas para recorrer los escasos 200 kilómetros entre una costa y otra. Tras los drásticos recortes en el servicio público anunciados para el presupuesto del 9 de diciembre, orientados a relanzar la economía en recesión (-7,5% previsto para 2009), el humor colectivo es cada vez más amargo. El Irish Times abre sus páginas con la manifestación de ayer en Dublín, que forma parte de una serie de protestas que culminarán el 24 de noviembre en una huelga general de los servicios públicos. A pesar de que la Comisión Europea le ha dado a Irlanda un año extra para sanear las finanzas públicas, Taoiseach Brian Cowen se mantiene firme en su posición, argumentando en magnífica jerga oficial que en este momento es necesario realizar “ajustes” —es decir, los recortes— para evitar tener que afrontar más adelante “un ajuste mayor”.
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