“Nos ha faltado voluntad política, visión económica y empresarial, y la actuación del gobierno ha sido lamentable. Ahora la cuestión es la siguiente: ¿va a sobrevivir Letonia a esta crisis?”. Con estas duras palabras se expresó en Riga el presidente letón, Valdis Zatlers, ante el Parlamento. Los diputados acababan de votar varias medidas económicas drásticas, como la reducción del salario de los empleados públicos y de las pensiones, en un 20 y un 10 % respectivamente, para que Letonia pueda percibir de nuevo una ayuda financiera del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de la Unión Europea. Sin dicha ayuda el Estado se declararía en quiebra a partir de julio.
¿Cómo se ha podido llegar a esta situación? ¿Cómo se explica que la que ha sido durante años la economía europea que más ha crecido esté súbitamente en peligro? En dos palabras: la deuda. Los créditos se conceden con más facilidad que en el resto de la Unión Europea y producen un recalentamiento mayor de la economía. Tras los excesos, al Estado letón le ha llegado la resaca. El auge económico letón ha sufrido de lleno los efectos de la crisis internacional porque se basaba casi exclusivamente en el crédito. En diciembre del 2008, el FMI y la UE inyectaron 7.500 millones de euros en Letonia ante la dificultad para obtener préstamos en el mercado internacional.
¿Quién puede mejorar la situación? Por supuesto ni los consumidores ni las empresas, víctimas del sobreendeudamiento. Tampoco el Estado, pues tendrá que apretarse el cinturón durante 2 años para cumplir con las condiciones del FMI. Así las cosas, no resulta extraño que en el extranjero —en particular en Suecia por los estrechos lazos que unen a ambos países— se apunte a una opción que los letones se resisten a contemplar: la devaluación del lats, que en la actualidad fluctúa dentro de una banda del 1% con respecto al euro. Una devaluación abarataría los productos letones en el extranjero y alentaría la exportación, pero para muchos letones supondría el golpe de gracia. Recordemos que la economía letona recuperó la estabilidad tras la inflación de principios de los noventa gracias a la fuerza de la divisa.
No es ésta la única razón en contra de la devaluación. El Banco Central Europeo descarta la posibilidad de que Letonia adopte el euro con relativa rapidez tras una devaluación. Además, no hay garantías de que dicha devaluación resulte y de que la moneda no vaya a desplomarse como ocurrió en Argentina. Podría producirse también una afluencia masiva a las instituciones de crédito, de no ser porque muchos letones pueden cambiar sus lats por divisa extranjera con un clic de ratón. A todo ello hay que añadir el riesgo de que otras divisas de la Europa del Este, sujetas también al cambio fijo, se contagien y encuentren dificultades, primero en Estonia y Lituania, y más tarde en Bulgaria.
En la actualidad Letonia se esfuerza por recobrar la competitividad bajando los precios, algo impensable en Alemania dada la importancia de los sindicatos. En Letonia las organizaciones sindicales no tienen peso alguno. Está por ver si las rebajas salariales bastarán y si harán efecto con la suficiente rapidez. Por un lado, con la crisis, la mano de obra ha vuelto a ser abundante y barata; por otro, los inversores locales y extranjeros mantienen sus reservas.
Para acabar con la incertidumbre, Letonia debe recuperar la credibilidad. Resulta indispensable que atienda a las exigencias del FMI y reduzca el gasto de manera importante. Si lo consigue, se habrá ganado el derecho de pertenecer al club de la zona del euro. No será tarea fácil. Que se lo digan a Sísifo...