Independientemente del resultado de las negociaciones sobre el presupuesto de la UE, es bastante probable que ciertas partidas se revisen ligeramente a la baja en los próximos años, entre ellas las del fondo de cohesión. Pero también podemos estar seguros de que, en términos generales, se mantendrán estas ayudas, que constituyen uno de los pilares de la política europea desde hace decenios. Ni los límites ni las orientaciones estratégicas del programa presidido por el austriaco Johannes Hahn [comisario europeo de Política Regional] sufrirán grandes cambios.
Sin embargo, ahora sería el momento de iniciar el debate sobre la política de cohesión en su conjunto, pues solo ella representa cerca de un tercio del presupuesto de la Unión. El objetivo de los fondos denominados "estructurales" es reducir la diferencia entre ricos y pobres en la Unión, reactivando la productividad y la competitividad de las regiones menos desarrolladas. Durante años, los primeros beneficiarios de estos fondos han sido los países del sur de Europa y en este sentido, los mil millones de euros que recibe la región de Burgenland [al este de Austria] parece más un lujo que una respuesta a una necesidad.
Desde la ampliación hacia el Este, los países del antiguo bloque comunista esperan poder beneficiarse del maná de Bruselas.
Un equilibrio económico lamentable
Pero aunque para un país resulte de lo más agradable ver cómo los proyectos de infraestructuras necesarias se financian en parte con ayuda del exterior, el equilibrio económico es lamentable. Porque, a pesar de todas las ayuda concedidas, el abismo entre el norte y el sur de Europa no se ha reducido. Los países a la zaga han registrado un crecimiento sostenible durante unos años, pero no han subsanado su retraso en materia de productividad o de competitividad.
El auge económico temporal se financió fundamentalmente mediante deuda y hoy, en medio de la crisis, la disparidad vuelve a aumentar rápidamente. La crisis de la deuda en la eurozona también marca el fracaso de la política de convergencia europea en general, de la que forma parte el fondo de cohesión.
Este instrumento es precisamente la prueba de que el dinero no siempre produce prosperidad. Tradicionalmente, la mayoría de las ayudas financieras se conceden a las redes de transporte. Si bien es cierto que la modernización de las carreteras y del ferrocarril permite incrementar la productividad de una economía, existen otros factores más determinantes: la formación, el empresariado y la seguridad jurídica. Es cierto que con los créditos europeos se han creado empleos y se ha podido reforzar el poder adquisitivo en los países beneficiarios, pero éstos no han corregido sus debilidades estructurales. Todo lo contrario: las ayudas les han permitido camuflar estos fallos y al final han contribuido a retrasar las reformas necesarias.
Llevar a cabo una reforma acertada
En medio de la crisis de la eurozona, estos programas han demostrado ser especialmente inútiles. Una unión monetaria exige transferencias de gran alcance para corregir los desequilibrios. Sin embargo, las ayudas estructurales se extienden durante varios años y los beneficiarios que deseen obtener una financiación conjunta necesitan aportar importantes fondos propios. El resultado es que las ayudas no están disponibles cuando los países realmente las necesitan: por ejemplo, hoy, para luchar contra el paro juvenil en España o Portugal.
Una reforma acertada no consistiría en financiar carreteras y puentes, sino en crear en su lugar un fondo anti-crisis digno de tal nombre, capaz de adaptarse a las necesidades de los Estados miembros, luchando por ejemplo hoy contra las desigualdades generadas por la política de austeridad. Pero una reforma así sería inaceptable para los europeos del Este, aunque se beneficien menos del fondo de cohesión de lo que piensan. Por desgracia, en una Unión en la que el éxito político se mide únicamente por la entrada y la salida de dinero de un país, un cambio similar de paradigma parece inconcebible.
Fondos estructurales
Dinero que beneficia a toda la UE
¿Por qué exigir más dinero a la UE si no se gasta correctamente? La respuesta hay que buscarla en las autopistas, explica la página web de Gandul, que compara el estado de la red de carreteras rumana, y su financiación, con el de Polonia. En Rumanía hay únicamente 516 kilómetros de autopistas, de los que la mitad se abrieron a la circulación después de que se adhiriese a la UE, en 2007. En comparación, Polonia, el país que más fondos europeos ha absorbido [que más dinero ha gastado del concedido], ha construido alrededor de 1.300 kilómetros de autovías financiados con 6.000 millones de euros de fondos europeos. Precisamente, en Varsovia, Dziennik Gazeta Prawna señala que
cuando se construye una infraestructura decente en nuestro país, eso proporciona oportunidades de ganar dinero no solo a los polacos, sino también a las empresas europeas. El dinero de los fondos de cohesión se puede considerar como una inversión ventajosa para la UE en general, y no solamente para nosotros.