Análisis Los europeos y el Covid-19 | Letonia, Lituania y Estonia

Países bálticos: hartos de el COVID-19, negacionistas de la pandemia y “frikis” digitales en el confinamiento

A pesar de su proximidad, Letonia, Lituania y Estonia se han enfrentado a la pandemia y la han gestionado de formas bastante diferentes, para bien o para mal, como explica Anna Ūdre en Riga.

Publicado en 27 diciembre 2020 a las 13:57

En mayo de 2020, mientras otros países cerraban sus fronteras para evitar la propagación del virus, los países bálticos suprimieron las restricciones de viaje entre ellos para permitir la libre circulación de personas dentro de la región, sin necesidad de autoaislarse. Los estonios acogieron de forma positiva la introducción de la denominada “burbuja viajera báltica”, al igual que las instituciones de la UE, que animaron a otros Estados miembros a seguir este ejemplo.

Aunque los tres países bálticos pudieron mantener la ‘burbuja báltica’ un tiempo durante el verano, en septiembre aumentaron los casos en los tres países y la burbuja estalló cuando Letonia restableció la cuarentena de 14 días para los viajeros procedentes de los países vecinos. Poco después, los bálticos volvieron a imponer restricciones cuando los países se enfrentaron a la segunda ola de la pandemia.

Los letones empiezan a estar hartos

La pandemia empezó a afectar a Letonia a principios de marzo. Las primeras personas que llevaron el virus al país habían viajado a Milán. El 13 de marzo se declaró el estado de emergencia. Se paralizaron los viajes internacionales, se recomendó a la población quedarse en sus hogares y, si era posible, trabajar desde casa. Se cerraron los colegios, aumentaron los test y se impusieron multas a aquellos que no siguieran las restricciones. Al final, el estado de emergencia se amplió hasta principios de junio y solo se flexibilizaron algunas restricciones. 

En ese momento, la situación no llegaba a ser crítica. Entonces, la mayoría de la población, cerca del 70 %, consideraba que las restricciones eran idóneas y necesarias. Pero la situación ha cambiado durante la segunda ola de la COVID-19. La cantidad de personas que confía en la información del Gobierno se ha reducido al 53 % y solo el 43 % está de acuerdo con las nuevas medidas aplicadas. En las redes sociales, hay grupos activos que critican abiertamente al Gobierno por imponer cualquier restricción y a los medios de comunicación por "cumplir órdenes del Gobierno y difundir noticias falsas". Uno de estos grupos, llamado "Tautas Varas Fronte", organizó una protesta en Riga, junto al Monumento a la Libertad, para cuestionar la existencia de la COVID-19 y las medidas impuestas, así como para exigir que se investigue al Gobierno. Aunque la infección sigue propagándose, también continúa aumentando la insatisfacción con la situación y el Gobierno. 

“Mientras a otros países les costaba lidiar con los cierres de colegios y la interrupción de servicios fundamentales, Estonia simplemente siguió usando su boyante y resiliente infraestructura digital que lleva décadas desarrollando. Ya disponían de aulas digitales, materiales para impartir clases en línea y una enorme variedad de servicios públicos a través de Internet. Y lo que es más importante: los estonios ya sabían cómo acceder a ellos y usarlos.

En plena segunda ola de la COVID-19, la profesora Anda Rožukalne de la Universidad Rīga Stradiņš (RSU) llevó a cabo un estudio sobre la actitud de la sociedad letona con respecto a las noticias relacionadas con la COVID-19. Las noticias tienen una gran influencia: más de la mitad de los encuestados afirman haber perdido interés en las noticias sobre la COVID-19 o están cansados de ellas. La pérdida de interés fomenta el incumplimiento activo de restricciones. El 39 % de los encuestados duda de que las noticias digan la verdad. Estas personas suelen ser aquellas a las que no les importa la situación.

Sin embargo, una serie de actores, cantantes y artistas locales famosos se han unido a la lucha que aboga por el cumplimiento de las restricciones y han publicado varios vídeos en sus canales de redes sociales, tanto de forma individual como colectiva, para pedir a la gente que lleve mascarillas y se quede en casa, a menos que sea absolutamente necesario ir a algún sitio. Varios artistas que dieron positivos por COVID-19 se han pronunciado con especial franqueza, ya que admiten que se infectaron por no llevar mascarillas y por no insistir a los demás que la llevaran durante una sesión de grabación con un par de compañeros y amigos.

Los lituanos sucumben a las teorías de los conspiradores

En Lituania, los primeros casos se registraron antes, en febrero. También se importaron de Italia. A principios de marzo, se impuso un confinamiento en todo el país que se amplió en varias ocasiones. Durante la primera ola del virus, Lituania registró varias docenas de casos a diario. Con el confinamiento en toda la nación, se aplicaron prohibiciones de reuniones de personas, todas las instituciones educativas tuvieron que empezar a impartir clases en línea y se cerraron todos los museos, cines y gimnasios.

Según la encuesta realizada por la empresa de investigación “Baltijos tyrimai”, a finales de mayo, el 63 % de la población adulta en Lituania valoraba positivamente la labor del Gobierno durante la cuarentena. Sin embargo, los lituanos tampoco están satisfechos con las medidas impuestas durante la segunda ola. "Las personas descontentas con las limitaciones tienen todo el derecho a sentirse así. El ejército de personas indignadas por las restricciones crece rápidamente en todo el mundo y también en Lituania", comentaba Dainius Kepenis, parlamentario que representa a la Unión de los Verdes y Agricultores, a la cadena Baltic News Network (BNN). Las reacciones negativas ante la estricta cuarentena en el país no dejan de aumentar. Según BNN, la gente firma peticiones para el levantamiento del confinamiento, mientras su paciencia está a punto de estallar. Muchos empresarios que siguieron las restricciones durante la primera ola de la COVID-19 y animaron a sus clientes y seguidores a quedarse en casa y a respetar las restricciones impuestas por el Gobierno, ahora no se muestran tan dispuestos a cooperar. 

Ante esta situación, aumentan las teorías de conspiración y crece la cantidad de personas que creen que la pandemia es una trama ideada por las empresas farmacéuticas. Se han dado incluso casos en los que al menos una decena de lituanos se han colado en plantas dedicadas a pacientes de COVID-19 en hospitales para grabar cómo estaban aparentemente semivacías, como si eso demostrara que la situación no es tan grave como los hospitales y el Gobierno quieren hacerles creer. 

Los nuevos casos de COVID-19 siguen creciendo y, aunque el mundo sigue esperando con impaciencia la vacuna, muchos se mantienen escépticos, incluido Dainius Kepenis, que afirmó a la cadena BNN que “La vacuna se ha hecho con prisa y se desconocen sus efectos secundarios. Me temo que la insatisfacción llegará a un límite y los Gobiernos, el nuestro incluido, tendrán que gestionar primero las huelgas como consecuencia del confinamiento por la COVID”. 

Los E-stonios ya estaban listos para el confinamiento

El primer caso de COVID-19 en Estonia se registró el 26 de febrero. La persona en cuestión había viajado a través de Riga, Letonia, procedente de Estambul, Turquía. El 12 de marzo, se declaró el estado de emergencia. La tasa de notificación descendió a niveles muy bajos a finales de junio.

A finales de noviembre, se aplicaron restricciones relativas al uso de mascarillas y la distancia social, así como limitaciones de reuniones públicas en lugares cerrados, eventos y actividades de ocio con asientos fijos. La COVID-19 se sigue propagando sobre todo entre los jóvenes y el Consejo de Salud (Terviseamet) exigió una revisión de las actividades de ocio, algo que el Gobierno ha llevado a cabo. Además, la prohibición de la venta nocturna de alcohol se ha ampliado hasta el 26 de enero. 

Si bien Lituania ha vivido un confinamiento en todo el país y Letonia ha decretado la situación de emergencia con prohibiciones de eventos públicos y servicios de restauración en espacios interiores, Estonia ha aplicado medidas menos estrictas y se sigue permitiendo la celebración de conciertos y funciones teatrales.

El Gobierno aprobó medidas adicionales para evitar la propagación del coronavirus que restringen los horarios de apertura de centros de ocio, los lugares para celebrar eventos públicos y los servicios de catering, además de reducir el número máximo de personas que pueden visitar al mismo tiempo establecimientos comerciales y lugares de servicios. Las restricciones entraron en vigor el sábado, 5 de diciembre.

En resumidas cuentas, a Estonia parece que le va mejor que a otros países bálticos durante la segunda ola de la COVID-19. ¿Cuáles pueden ser las razones? A principios de marzo, Estonia declaró el estado de emergencia, cerró sus fronteras y decretó un confinamiento total para detener la propagación de la COVID-19. Pero, mientras a otros países les costaba lidiar con los cierres de colegios y la interrupción de servicios fundamentales, Estonia simplemente siguió usando su boyante y resiliente infraestructura digital que lleva décadas desarrollando. Ya disponían de aulas digitales, materiales para impartir clases en línea y una enorme variedad de servicios públicos a través de Internet. Y lo que es más importante: los estonios ya sabían cómo acceder a ellos y usarlos.

Estonia había creado una de las sociedades digitales más avanzadas del mundo mucho antes de la pandemia de la COVID-19, para prestar servicios como el voto electrónico, el aprendizaje en línea en colegios, o la burocracia y la sanidad digital. Durante la crisis del coronavirus, este aspecto ha resultado ser un salvavidas. Algunos servicios públicos siguieron funcionando como de costumbre, porque ya se prestaban en línea. Otros se adaptaron rápidamente a la nueva situación. Durante el confinamiento, el 99 % de los servicios gubernamentales siguió estando disponible a través de Internet en Estonia. Ya existían opciones en línea para procedimientos cotidianos como registrar empresas y propiedades y solicitar beneficios sociales. Algunos de ellos, como las ayudas familiares, se activan incluso automáticamente por eventos como el nacimiento de un hijo y su registro. 

Los historiales médicos digitales o los servicios de recetas electrónicas liberaron a los médicos, el personal de enfermería y los administradores estonios para luchar contra la pandemia. Las sólidas asociaciones entre el ámbito público y el privado han facilitado las opciones sin contacto en la vida diaria, incluidos los pasos fronterizos. El Gobierno de Estonia ha adoptado con entusiasmo la vida digital. Incluso antes de la crisis, el consejo de ministros podía celebrar reuniones digitales y sus miembros usaban su identidad electrónica para asistir. El 87 % de los colegios ya aplicaban soluciones electrónicas antes de la crisis. Los profesores estonios cuentan con formación sobre educación digital y seguridad en Internet. En 2015 el país ya se había planteado el objetivo de digitalizar todos sus materiales educativos.


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