Ideas Después de las elecciones presidenciales en Polonia

Otro giro hacia la derecha

La estrecha victoria del conservador Andrzej Duda, actual presidente polaco, tras las recientes elecciones presidenciales acabó con toda esperanza de que el país ponga fin a sus conexiones antiliberales con Hungría. Ahora le corresponde a la sociedad civil reparar las profundas fracturas ocasionadas por una campaña extremadamente divisiva.

Publicado en 24 julio 2020 a las 09:00

La victoria de Andrzej Duda concluyó con un ciclo electoral de dos años y medio en Polonia. Hasta ahora parece ser una victoria agridulce para el gobierno de Ley y Justicia (PiS), que ha logrado mantener bajo su control un elemento crítico en el sistema de gobierno. El presidente, el único en ser elegido por voto directo, no solo constituye una pieza esencial para el proceso legislativo, sino que también moldea la política exterior y de defensa. El gobierno es incapaz de promulgar cambios legislativos significativos sin la aprobación del presidente, y a su vez, la opinión de este se encuentra lejos de ser meramente simbólica cuando se trata de relaciones exteriores.

La estrategia defensiva empleada por la facción de Jarosław Kaczyński terminó siendo eficaz pero desagradable, y no parece ser duradera. Desde las elecciones parlamentarias del año pasado, la coalición de Kaczyński se ha ido desintegrando en razón de conflictos internos causados por miembros júnior pero indispensables: uno más radical y otro más moderado que el mismo Kaczyński. El PiS perdió el Senado por solo dos escaños. Esto por lo menos limita temporalmente las probabilidades de arremetidas legislativas a medida que el partido cae en la corrupción política y hace frente a demoras legislativas de mínimo 30 días mientras sus propuestas más controvertidas se enfrentan a la opinión pública.  

Los radicales todavía muestran un fervor revolucionario, dispuestos a presionar con purgas al poder judicial, a los medios de comunicación y a las ONG. Sin embargo, ahora que ya pasaron los factores de unificación, como las elecciones y las negociaciones para el presupuesto de la Unión Europea, sus iniciativas se encuentran de nuevo a plena vista. Cabe precisar que, en su primer mandato como presidente, Duda bloqueó o atrasó por motivos propios iniciativas de toma de poder (inicialmente en los gobiernos locales y luego en la reforma judicial) con el fin de agregar su visto bueno a la reestructuración final. En un momento crítico antes de su campaña, Duda intentó expulsar a la cabeza de la cadena de televisión pública progubernamental en Polonia. No queda claro qué camino tomará para su siguiente mandato de cinco años, pero desde el punto de vista del gobierno, no parece que vaya a ser menos accidentado que el primero.

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Estriptis político para Trump

Desde el punto de vista europeo, Polonia confirmó su giro a la derecha y acabó con toda esperanza de que el país se deshiciese de sus prácticas antiliberales conocidas como el expreso Budapest-Warsávia. Cuando estaba próximo a ganar por un estrecho margen de 440 mil votos, Duda recicló el discurso divisionista de Viktor Orbán sobre el género y la sexualidad, fomentó los prejuicios nacionales contra Alemania, realizó un estriptis político para Donald Trump y halagó el discurso de los movimientos antivacunas patrocinado por el Kremlin. A pesar de la propaganda financiada por los contribuyentes difundida por todos los medios de comunicación públicos, así como por importantes miembros del gobierno de turno, Duda mantuvo una competencia reñida contra el alcalde de Varsovia, que obtuvo 10 millones de votos. La campaña de Duda pareció desesperada, un indicio de que la opinión pública probablemente no permanecerá a su lado en el futuro.

Duda deberá lidiar con relaciones tensas con casi el resto de los líderes europeos. El presidente polaco confirmó los peores prejuicios de los liberales occidentales contra Polonia. Además, al comparar el movimiento LGTB con el comunismo no solo insultó al primer ministro de Luxemburgo Xavier Bettel (lo que generó muestras de solidaridad por parte de otros líderes europeos), sino que además contrarió a uno de los principales consejeros de Donald Trump. Richard Grenell, el antiguo embajador de Estados Unidos en Alemania, además de estar liderando una iniciativa mundial para descriminalizar la homosexualidad (mediante una coalición contra Irán), tiene el poder de decidir el futuro de las tropas estadounidenses en Europa.

Como lo reportó Reuters, la base militar Fort Trump, un elemento crucial en la presidencia de Duda, es una causa perdida. Inmediatamente después del reporte, y tan solo días antes de la campaña, Andrzej Duda se apresuró a reunirse con Donald Trump en Washington, donde no se confirmó ningún procedimiento concreto. La presencia americana en Polonia constituye una parte de la estrategia de la OTAN para su flanco oriental, con algunas promesas de refuerzos por parte de la Casa Blanca, pero sin ningún plan para construir bases estadounidenses permanentes, contrariamente a las promesas del presidente polaco.

Asimismo, en caso de una toma de control de los demócratas en Washington en noviembre, Duda deberá emprender una ardua batalla diplomática para salvar su reputación ante un aliado estratégico clave. El equipo de política exterior de Joe Biden probablemente se esforzará en restaurar las relaciones con importantes líderes europeos mediante la reparación de las grietas de la Unión Europea explotadas por Trump. Esto significa que la iniciativa esencial de Duda (la iniciativa Tres Mares, compuesta por varios miembros de la UE de la frontera este) podría perder su patrocinador político estadounidense. Si bien los Estados Unidos seguirán invirtiendo en la región, por lo menos para evitar la influencia de China, deberá mostrar una nueva cara a otros asociados de la UE. Solo el tiempo dirá si Andrzej Duda sigue siendo un líder apto para la iniciativa, y si Donald Trump conseguirá los diez puntos que necesita para su reelección.

Aunque la cooperación entre los presidentes del Grupo de Visegrado (V4) no es esencial, esta ha probado ser de ayuda para conformar un equipo con ideas afines. La pasión de Duda por el esquí le permitió unirse al expresidente eslovaco. Pero tras la reciente victoria de la carismática liberal Zuzanna Čaputová, el vínculo entre presidentes desapareció, y resulta poco probable que Duda busque aliarse con el presidente checo poscomunista y prorruso Zeman o con el húngaro János Áder, que no goza de un mandato popular, ya que “solo” fue elegido por el Parlamento.

Ahora los países del Visegrado carecen de un discurso común para la Europa pospandemia, a medida que las actitudes antimigrantes toman un giro brusco hacia la economía y los servicios públicos. Asimismo, mientras que los demás países del V4 han mostrado una buena coordinación en la reapertura de las fronteras entre ellos mismos y con sus respectivos vecinos, Polonia está lejos de alcanzarlos.

“Es la economía, estúpido”

Ninguno de estos obstáculos sirve necesariamente de consuelo para los liberales polacos, que se vieron obligados a cambiar sus tácticas y a adoptar ciertas políticas sociales implementadas por el PiS. Aún así, necesitan confrontar urgentemente al PiS en la guerra cultural mientras idean soluciones económicas convincentes. No será fácil, pero se espera que los tres años previos a las próximas elecciones basten para consolidar una oposición guiada por una visión poderosa y persuasiva.

A falta de un mejor eslogan, “Es la economía, estúpido” puede servir como traducción de las nuevas esperanzas. La contabilidad creativa de Mateusz Morawiecki, exministro de Economía y actual primer ministro, ha dado lugar a cuantiosos gastos sociales en tiempos de prosperidad. Pero las finanzas públicas son en realidad un gigante con pies de barro.

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Contrariamente al discurso nacionalista, o mejor dicho, bajo su disfraz, Polonia está planeando vender una parte de la compañía petrolera Lotos. Hace poco, la Comisión Europea aprobó una fusión de esta compañía pública con Orlen, otra compañía controlada por el Estado.  Sin embargo, esta fusión excluye casi todos los bienes lucrativos de Lotos, los cuales deberán venderse. Una posible explicación es el esfuerzo desesperado para remendar las brechas en el presupuesto nacional, pero esto no puede ser más que una solución temporal: el país ya necesita con urgencia subir los impuestos y agrandar su deuda.

Si bien la guerra cultural puede parecer una forma de cubrir problemas de mayor gravedad, las divisiones políticas de este tipo suelen desencadenar duras consecuencias a largo plazo para la sociedad. La carne de cañón de esta guerra son las ONG, los activistas de los derechos humanos y los medios de comunicación, que son jalados de un lado para otro por ambas partes del debate. Ahora mismo, Polonia necesita una sociedad civil fuerte y con suficiente aguante para conservar su influencia política, pero sin caer en el partidismo, conforme el gobierno intenta inevitablemente desacreditar toda disidencia. La UE está haciendo frente a una ardua batalla en Polonia, justo en el pleno corazón de la reflexión sobre el Futuro de Europa.

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