Privilegiados

Si existe alguna idea europea que se haya convertido en realidad, más allá de la retórica europeísta, y que afecte en su vida diaria a todos los ciudadanos europeos, es la de movilidad. La construcción europea significa sobre todo y ante todo que los europeos se desplazan, viajan, trabajan y conviven en toda libertad y sin barreras que se interpongan. ¿Qué sería del turismo tal como lo entendemos y de la novedad de los vuelos low cost sin este hecho?¿y de la posibilidad para tantos europeos del Este de trabajar en otros países, cuando se cumplen veinte años de la caída de los regímenes comunistas? ¿o de las becas Erasmus, que permiten a los jóvenes universitarios conocer otras experiencias en países de la Unión? Nada de esto existiría si la Unión Europea no lo hubiera hecho posible.

Pero no debemos olvidar que existe otra realidad fuera de Europa que lucha para acceder al sueño europeo y a todas las ventajas que conlleva, incluida la del libre desplazamiento, y que nos debe recordar el privilegio del que disfrutamos. Este verano, como tantos otros, se han sucedido las trágicas escenas de pateras que llegan a las costas del Mediterráneo europeo cargadas de inmigrantes que huyen de guerras y miserias. La inmigración es otra realidad palpable en el día a día del ciudadano europeo. Pero hasta ahora la respuesta de la Unión ha sido tímida y dividida. En este tema se impone una visión común para todos, que sea solidaria con aquellos países- Italia, España, Grecia y Malta- que afrontan la llegada de inmigrantes desde la orilla sur del Mediterráneo. Y la presidencia sueca será una buena oportunidad para intentar desarrollarla.

S. C.