David Cameron visitando un colegio de Calverton, centro de Inglaterra. Enero de 2010.

Rebelión silenciosa contra la ‘Gran Sociedad’

Con su política estrella, David Cameron quiere sustituir el gran gobierno con iniciativas de las comunidades locales, pero ahora se está dando cuenta de que al recortar el gasto estatal, también se cercenan las raíces de la sociedad civil.

Publicado en 16 febrero 2011 a las 15:55
David Cameron visitando un colegio de Calverton, centro de Inglaterra. Enero de 2010.

En los nueve meses que lleva en la jefatura de Gobierno, los 81.000 millones de libras (96.700 millones de euros) de recortes empiezan a hacerse sentir. El implacable experimento fiscal, un recorte en el gasto de una magnitud sin precedentes en ninguna otra gran economía, fue aplaudido por los partidarios de la línea dura política de todo el mundo, por el Fondo Monetario Internacional y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.

Pero en The Bell, un pub en el patio trasero de Cameron, se siente una cólera refinada. ¿Su origen? La amenaza de cerrar la biblioteca pública de Charlbury, albergada en una propiedad de doble fachada construida con la piedra amarilla de los Cotswolds, típica de las ciudades y los pueblos de Witney, el distrito electoral del primer ministro.

Rosalind Scott, de 69 años, una antigua trabajadora social, con gafas y rebeca burdeos, es una opositora de la agenda de austeridad de Cameron tan ferviente como los estudiantes que el año pasado causaron estragos en el centro de Londres como protesta ante los recortes en la financiación de la universidad.

“La biblioteca es fundamental para nuestra comunidad”, afirma. “El problema de cerrar la biblioteca es que se pierde un lugar que sirve de punto de encuentro para la gente”. El 12 de febrero, Rosalind Scott organizó una protesta a la que asistieron 200 personas. Por todo el país se están organizando estos eventos a medida que Cameron sigue adelante con el Plan A, pues afirma que no hay ningún Plan B, para reducir el déficit subyacente al 4,8 por ciento de los ingresos nacionales en cuatro años.

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Una idea contestada de la Gran Sociedad

Las protestas en Charlbury, una población dedicada al comercio, son un mal augurio para Cameron, y no sólo porque representan el inicio de lo que probablemente se convierta en una protesta generalizada contra los recortes entre las personas de clase media y reticentes al cambio, que son los principales votantes del Partido Conservador. También constituyen un reto directo para el antídoto del primer ministro frente al Estado menguante: su pregonada gran idea de la Gran Sociedad.

El primer ministro ha intentado durante varios años convencer a su país de que compartiera su pasión por una Gran Bretaña basada en los “pequeños pelotones” de Edmund Burke. Según su visión, los grupos de voluntarios, los organizadores comunitarios al estilo Obama, las empresas sociales y las organizaciones caritativas intervendrán para sustituir al Estado en ciertos ámbitos y para tomar un mayor control de los servicios, desde las bibliotecas hasta los bosques y los aseos públicos.

Sin embargo, Cameron sabe que la idea no ha calado en la imaginación pública. Intentó hacer de la Gran Sociedad la pieza central de su campaña en las elecciones generales del año pasado, pero fue dejándola a un lado discretamente, a medida que las encuestas demostraban que a los votantes claramente no les había impresionado esta idea.

Incluso a sus propios parlamentarios conservadores, el concepto les desespera. “La Gran Sociedad simplemente genera mucho cinismo y el público lo ve como una tapadera para aplicar los recortes”, se lamenta uno. “Intentamos reanimarlo, pero el paciente no revive”. El escepticismo llega al corazón del Gobierno. Los funcionarios han apodado al concepto como la "Gran Suciedad".

Ayuntamientos faltos de recursos

“En mi opinión, el concepto de la Gran Sociedad es insultante”, afirma Barbara Allison, una funcionaria jubilada, que afirma que existen 54 organizaciones locales en Charlbury que ya se encargan de ciertos asuntos para la comunidad, como la preparación y entrega de comidas a los necesitados. “Ya estamos dedicando una gran cantidad de nuestro tiempo a las organizaciones caritativas y los voluntariados. Yo colaboro en la dirección del museo de Charlbury. ¿Acaso no hago bastante? ¿Va a venir David Cameron a hacer voluntariado?”

Ahora que los ingresos familiares están sufriendo el mayor recorte desde la década de los años veinte, algunos creen que los británicos están demasiado preocupados por llegar a fin de mes como para plantearse dedicar su tiempo libre a rellenar el vacío que han dejado los recortes en el gasto público.

La fe de David Cameron en la Gran Sociedad se enfrenta a su mayor prueba en los próximos meses, cuando el programa de recortes comience a extenderse. El enfrentamiento con los estudiantes a finales de 2010 sobre la posible triplicación de las cuotas universitarias fue sólo el comienzo; la segunda oleada vendrá cuando los ayuntamientos comiencen a cerrar servicios de los que dependen muchas personas.

El ayuntamiento de Liverpool se retiró de un programa piloto para probar la "Gran Sociedad", alegando que no lograría que funcionara si al mismo tiempo aceptaba aplicar recortes en las subvenciones de las organizaciones locales por valor de 100 millones de libras (119,4 millones de euros). Los directores de las organizaciones benéficas, los líderes de la comunidad y los líderes sindicales se han unido para exponer al primer ministro que los recortes del gobierno en el gasto de los ayuntamientos podrían matar el proyecto de la Gran Sociedad nada más nacer.

La inquietud pública va en aumento a medida que los ayuntamientos imponen los recortes. El ayuntamiento de Manchester decidió la semana pasada cerrar todos los aseos públicos menos uno, parte de una tendencia con la que se han cerrado 1.000 aseos públicos en todo el país, según la hasta ahora poco conocida Asociación Británica de Aseos. El municipio también cerrará tres centros de ocio, dos piscinas y cinco bibliotecas. El funcionamiento de los centros juveniles se transferirá a “colaboradores externos” y finalmente podrían cerrarse.

Los bosques también se privatizan

Ante las reivindicaciones de que la Gran Sociedad no puede florecer sin el apoyo efectivo del sector público (los ayuntamientos perderán el 27 por ciento de sus principales subvenciones en cuatro años), Cameron tendrá una oportunidad más para relanzar su idea la próxima semana. Necesita una “narración” que demuestre que su Gobierno tiene un lado bondadoso. Insistirá en que la Gran Sociedad está alineada con los principios de los británicos y que la autoayuda y la filantropía están en consonancia con el pensamiento tradicional conservador. Le costará convencer.

Por ahora, Cameron se muestra a la defensiva, sobre todo por el plan de deshacerse de los bosques de propiedad estatal. La propuesta para transferir los bosques a las comunidades junto a una privatización más amplia no logró tranquilizar a una coalición de obispos, actores, parlamentarios y una parte de la clase media que se oponía a la venta.

Liz Searle, una administrativa jubilada, encarna la visión de la Gran Sociedad de Cameron en acción, en los frondosos bosques de Gran Bretaña: es secretaria y miembro de Friends of Chopwell Wood, un grupo de voluntarios que gestiona 360 hectáreas de bosque cerca de Gateshead, en el noroeste de Inglaterra.

A pesar de las conversaciones sobre la retirada del gobierno, espera que unas 1.000 personas se manifiesten el domingo contra la venta de los bosques. En su argumentación, que se repetirá por todo el país, expondrán que la Gran Sociedad sólo puede funcionar si el Estado está a su lado. “Para hacer lo que es necesario, necesitamos personal a tiempo completo. Necesitamos la ayuda de la Comisión Forestal [Estatal]”, afirma. “Seguiremos aumentando la presión”.

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