La hora de la reflexión. Imagen. © Veliano_2/Flickr

Todos responsables de la crisis

Bajo la vigilancia a de los inspectores de la UE desplazados hasta Atenas, el gobierno griego aplica una política de austeridad económica y social. Tal y como asegura el economista Georges Pagoulatos, este replanteamiento del conjunto de la sociedad es más que saludable.

Publicado en 24 febrero 2010 a las 16:31
La hora de la reflexión. Imagen. © Veliano_2/Flickr

En el fondo, somos una sociedad fundamentalmente conservadora, aunque votemos de forma mayoritaria a los partidos de centro-izquierda. Nos escondemos automáticamente tras los "derechos adquiridos" sin preocuparnos por la forma en la que se han adquirido. Consideramos que las injusticias son justas. Legalizamos como "vacas sagradas" las prestaciones [como las primas sobre los salarios] y los subsidios de servicios totalmente ridículos, asignados por ministros de pacotilla para "comprar" la colaboración del personal. A pesar de nuestro conservadurismo, siempre estamos dispuestos a quejarnos y a protestar. Para nosotros, la negociación es sumisión y el compromiso, vergüenza. No sabemos concentrarnos y en raras ocasiones realizamos reformas.

La palabra "derecho" domina nuestro vocabulario y en primer lugar nos volvemos contra el Estado. Pero el "Estado de derecho" es un concepto con el que no estamos familiarizados y casi desconocemos. Cuando hablamos de Estado, solemos hacer referencia al nepotismo. Los sindicatos, en nombre del derecho, defienden con pasión los derechos adquiridos que no se corresponden con competencias reales ni con un rendimiento productivo, ni por supuesto con el potencial de nuestra economía.

El contrato social, roto

Con el tiempo, nuestro sistema se ha basado en un contrato social no escrito: la masa deberá tolerar la corrupción de algunos en el nivel más alto y éstos harán la vista gorda ante la pequeña corrupción de la masa. Esta regla impuesta por la dirección del Estado ha servido de excusa para el laxismo de base que ha desnivelado a la sociedad y ha mantenido a una débil élite urbana. Era un contrato social de tolerancia mutua y complicidad recíproca. Hoy, el contrato se ha roto: ya no hay fondos para financiarlo. Nuestro conservadurismo se extiende a todos los ámbitos. Los ministros han elaborado el presupuesto del Estado inspirándose en sus predecesores, inflando las cifras siempre que han podido. No han demandado fondos para financiar acciones específicas, unas cifras que se calculan en todos los países serios. Primero piden los fondos y luego es cuando adoptan acciones. Por este motivo, actualmente el nuevo gobierno [elegido en octubre de 2009] está consternado al descubrir los cadáveres que ha dejado el anterior, como el derroche de los fondos públicos para amigos, clientes o circunscripciones.

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Somos muy críticos, pero no soportamos la crítica. Nos apresuramos a echar la culpa a otros y más aún cuando se trata de salvarnos. Pero no podemos censurar a Europa por nuestra situación económica. Los mercados ya no son culpables de que hayamos llegado a esta situación. Sí, la crisis económica internacional desempeña un papel fundamental e implica la avidez de los bancos de inversión internacionales, las maniobras de especulación y el egoísmo de las élites. Pero no es nuestra crisis, aunque los buitres de los mercados internacionales merodeen alrededor de Atenas. La crisis griega no es una creación de los mercados ni de la Unión Europea, aunque haya desencadenado un auténtico trastorno en Europa.

Todo es por nuestra culpa, un producto de nuestro sistema político, de nuestros sindicatos, una clase parasitaria de los negocios, las clientelas y las operaciones fraudulentas. Los consumidores griegos viven un sueño infantil: todos poseen vehículos de lujo, la última generación de teléfonos móviles, van a esquiar a las estaciones más de moda del país, pasan el verano en Miconos, pero luego declaran sólo unos ingresos anuales de 20.000 euros. La jubilación, a los 50 años. Este producto se ha creado para complacer a nuestra sociedad, pero está por encima de sus posibilidades.

Con esta crisis se nos viene el mundo encima. Revela los problemas, destruye las alucinaciones, descubre la verdad brutal oculta bajo las apariencias. Y nos enfrenta a nuestras responsabilidades. Si hacemos como si no pasara nada, la próxima tormenta nos fulminará. Pero si compartimos los sacrificios y nos ponemos manos a la obra, podemos transformar esta situación catastrófica y hacer que florezca el optimismo.

POLÉMICA

Los alemanes no pueden darnos lecciones

"¿Los que inundaron de sangre Europa se atreven a hablar? ¡esta sí que es buena!", acusa el editorialista Kostantin Roumeliotis en Eleftherotypia como reacción a las reticencias de Alemania para aceptar un plan de ayuda europeo a Grecia. "¿Saquearon Grecia durante la Segunda mundial y ahora su prensa pone la Venus de Milo saludando con el brazo en alto en la portada de una publicación de gran tirada (Focus)? Aparte del mal gusto, está totalmente fuera de lugar. Los 70.000 millones de euros robados a Grecia nunca han sido devueltos y ahora que tenemos problemas se niegan a ayudarnos, aunque las inversiones alemanas en Grecia les den pingües beneficios. Un poco de seriedad, Señora Merkel¡ No deben olvidar su pasado. Y no es el momento para hablar".

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