Análisis La Europa conspirativa | ITALIA

El enredo de los complot y el populismo de estilo italiano

Décadas de atentados, escándalos y hechos sangrientos nunca completamente aclarados ha hecho que una parte de los italianos desconfíen de las autoridades y, últimamente, también de los medios de comunicación. Una situación que ha permitido a los movimientos populistas, como los 5 Estrellas, de aprovecharse de la rabia y desorientación de los ciudadanos, y conquistar el poder.

Publicado en 1 julio 2021 a las 11:31

El pasado 23 de mayo, en Piamonte, en el norte de Italia, se desplomó la cabina de un teleférico: el accidente provocó la muerte de 14 personas. A la mañana siguiente, el exdirector del venerable diario italiano Corriere della Sera, Paolo Mieli, hablando por radio, sugirió la hipótesis de que se tratase de un atentado, dado que algunas de las víctimas eran de origen israelí. Sin embargo, esta sospecha, como admitirá el mismo Mieli, carecía de fundamento. 


La Europa de los complots

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El episodio demuestra cómo fácilmente, también ‘los más insospechables’, pueden pasar del análisis de hechos reales a teorías de la conspiración que, en general, simplifican la complejidad de la realidad, en pro de tranquilar a quien lee o construir su identidad. No sorprende que esta reorganización de la realidad funcione bien en una época en la que, en el mundo occidental, las grandes ideologías laicas y religiosas están en crisis, y los ciudadanos se sienten desorientados. Aún así, existen razones muy peculiares por las cuales en Italia se buscan explicaciones más allá de lo aparente. 

La duda, un instrumento frente al Estado

De hecho, en la segunda mitad del siglo XX, la duda fue un instrumento para superar las convenientes versiones proporcionadas por las autoridades sobre algunos hechos graves de la historia del país.

Se trata de un período en el que la conexión de poder entre mafia y política, permeó la sociedad italiana en distintos niveles; es el período también de los llamados ‘Años de plomo’, en los que sucedieron atentados, masacres de la extrema derecha, y la lucha armada de la izquierda, hechos que provocaron centenares de muertos y heridos, y dejaron diversos casos judiciales sin respuesta alguna. 

“Sé los nombres de los responsables (…) pero no tengo las pruebas”

Pierpaolo Pasolini, 1974

Sobre algunos de estos eventos se pudo arrojar luz gracias al trabajo de investigación de periodistas, historiadores, familiares de las víctimas y también de algunos investigadores muy valientes. Sin embargo, este trabajo, a menudo avalado por el poder judicial, ha sido obstaculizado y desviado no pocas veces por sectores del Estado no infrecuentemente involucrados en estos mismos hechos. 

“Sé los nombres de los responsables […] pero no tengo las pruebas”, escribió Pierpaolo Pasolini en 1974 en Corriere della Sera. En el contexto del trabajo de investigación de esas décadas, el texto de Pasolini – quien, además, pocos meses después de haber escrito aquellas palabras, fue asesinado en circunstancias que nunca se han aclarado del todo –, es una abstracción poética, pero también sigue siendo hoy el punto de inflexión entre dos épocas.

La primera época fue aquella en la que dudar condujo a la verdad también a través de reconstrucciones de los hechos alternativas a las versiones oficiales, pero basadas en evidencias. En la segunda época, que es la actual, todos, como escribió el politólogo Marco Revelli, “son jueces” que opinan sobre cualquier cosa. Desde los "Big Pharma" y sus vacunas, pasando por los virus que son una estafa para manipularnos, las tecnologías 5G y los microchips, y los poderes fuertes de Bill Gates y Soros que lo controlan todo, hasta las migraciones regidas por el plan Kalergi. La sospecha, dice Revelli, “ha ganado”. 

El caldo de cultivo para la actual proliferación de las teorías de la conspiración se remite, a partir de los primeros años de este siglo, a la consolidación de un nebuloso movimiento que gira en torno al cómico Beppe Grillo, su blog, y el empresario Gianroberto Casaleggio. De aquí nace el Movimiento 5 Estrellas (M5S), una fuerza política explícitamente populista que pronto logra conquistar la escena, convirtiéndose en una fuerza de Gobierno. 

La Repubblica diseñó un mapa del estado de las cosas. Comparado con hace algunos años, escribió el diario italiano, “han cambiado los argumentos y las etapas políticas pero el marco sigue siendo el mismo que en los últimos años llevó agua al molino del populismo italiano, el de los soberanistas de la Liga y el de los 5 Estrellas: el continuado llamamiento a la libertad de pensamiento y al anticonformismo para legitimar ataques a la ciencia y al conocimiento, el odio hacia las instituciones y los medios de comunicación masivos, y la fascinación por el ‘hombre fuerte’.

Entre los protagonistas de este mundo hay, según La Repubblica, algunos católicos integristas, llamados rojizos, figuras soberanistas, contrarias a Europa y/o al euro, y fascinadas por Rusia, como “Diego Fusaro, estudioso de Karl Marx pero cada vez más ligado a la extrema derecha”, representantes de la Liga de Matteo Salvini, y “la galaxia negacionista de los 5 Estrellas”.

“La ideología antivacunas y de la conspiración (sobre temas tan diversos como la Trilateral y los ‘Big Pharma’) ha sido promovida por mucho tiempo por Grillo y Casaleggio a través de su bitácora”, continúa La Repubblica, al recordar luego el trabajo de algunos representantes de esta galaxia, a partir de Claudio Messora. “Messora —escribe el periódico— fue el primer jefe de comunicación del M5S en el Senado, Rocco Casalino trabajó para él: estaba allí en directa representación de Casaleggio, y es ahora uno de los más fervientes entre los negacionistas que hay en Internet”. Casalino se convirtió en el influyente portavoz del presidente del Consejo (de los Ministros de Italia) Giuseppe Conte. 

Sin embargo, este proceso no inicia con el M5S. De hecho, hay que remontarse a los años noventa del siglo XX, cuando el sistema político italiano colapsó por las investigaciones sobre la corrupción en Italia, y se aniquiló a los democristianos y al Partido Socialista. El Partido Comunista, en cambio, tuvo que cambiar su nombre y sufrió varias escisiones a raíz de la caída de las ideologías. En poco tiempo, todos los grandes partidos populares italianos se desvanecieron de la escena. La política perdió así todo sesgo ideológico y las nuevas fuerzas se identificaron cada vez más con la figura de su líder. De esta manera se le abrió la puerta al populismo. Y fue el magnate de la televisión Silvio Berlusconi quien la abrió, anticipando procesos que luego se replicarían en otros países. 

Es Berlusconi quien, ya en política, proclama por primera vez —y lo hace en el Parlamento— que su cargo como presidente del Consejo había sido directamente legitimado por el pueblo, y no por el Parlamento, a pesar de que Italia es una república parlamentaria. Más adelante, sus rivales harán lo mismo. Las consecuencias son enormes. El Parlamento casi desaparece de la escena. La función ejecutivo pasa a ser ejercida cada vez más por el Gobierno a través de decretos, lo que acentúa un cambio ya en curso. Se modifican las relaciones entre los poderes del Estado. La república se transforma de facto en un sistema presidencial, mientras que el sistema político, que se ha convertido en un bipolarismo, se inspira abiertamente en el populismo.

Además de ello, en los mismos años, la relación entre la información y el poder se hace cada vez más cercana y muchos italianos empiezan a buscar información en Internet para informarse. Esto ocurre mucho antes del estallido de las redes sociales en Italia, como demuestra el éxito de Grillo. Por su parte, frente a esta crisis de los equilibrios previamente consolidados, los medios y el sistema político acaban por ensimismarse en posturas de cerrazón, incluso frente a ideas y opiniones que son críticas legítimas. Esta actitud agudiza, en una parte de la población, un sentimiento de frustración y desapego que así queda a la espera de una alternativa. 

Es exactamente lo que harán formaciones como el M5S y la Liga, capaces de hablar directamente al estómago de un país cada vez más perdido y enfadado. 

Las teorías de la conspiración, en resumen, comienzan a florecer como el daño colateral de la propaganda populista, y no solo desde formaciones como la Liga y el M5S. Por el contrario, todas las fuerzas políticas -de inspiración europeísta y soberanista, y por tanto también Forza Italia, el partido fundado por Berlusconi, el Partido Democrático (procedente de la tradición del Partido Comunista), y Hermanos de Italia (formación de extrema derecha)-, contribuyeron, cada uno a través de su carisma, a esta propaganda. Estos tonos sirvieron a todos para reconstruir sus propias identidades. Y, llegados a ese punto, el regreso a la realidad ya no parece posible sin volver a una política que sea capaz de reabsorber la propaganda populista.


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