La justicia: clave del pulso político

Tras la ofensiva política del Gobierno de Victor Ponta, que ha desembocado en la suspensión del presidente Traian Basescu, se oculta la voluntad de controlar el sistema judicial, reformado recientemente. Todo ello con el trasfondo de los asuntos de corrupción.

Publicado en 19 julio 2012 a las 15:03

Rumanía sufre una crisis política sin precedentes. El hecho de que se esté poniendo en tela de juicio el Estado de derecho en este país, miembro de la Unión Europea desde 2007, preocupa a las instituciones europeas. Desde comienzos de junio, en cuestión de una semana, la nueva mayoría integrada por socialistas y liberales emprendieron un ataque institucional que desembocó el 6 de julio en la destitución del presidente de centro-derecha, Traian Basescu. Para ello, el Gobierno dirigido por el socialista Victor Ponta infringió la Constitución y limitó las prerrogativas del Tribunal Constitucional, la columna vertebral del sistema jurídico rumano.

"Se trata de un golpe de Estado en toda regla", afirmó la eurodiputada rumana Monica Macovei, exministra de Justicia, responsable de la reforma radical del sistema judicial rumano y que goza de gran consideración en la Comisión Europea. "Ha llegado la hora de que los rumanos miren de frente la realidad y se movilicen, de lo contrario, en cualquier momento se pueden asentar la dictadura y la tiranía".

Un gran revés

¿Qué es lo que está realmente en juego en este caos político rumano? La rapidez con la que se ha destituido al presidente rumano ha suscitado muchas preguntas. Sin duda, la respuesta no es estrictamente política. De hecho, lo que está en juego es el destino de la justicia. Rumanía, un país conocido por su alto grado de corrupción, en los últimos años había logrado cambiar la percepción de la Comisión Europea, que evalúa cada año el estado de su sistema judicial. La Fiscalía Nacional Anticorrupción (DNA), una institución que funciona bajo el patrocinio de la presidencia, últimamente había logrado que se condenara a varios secretarios de Estado, diputados, prefectos, generales y otros personajes públicos reputados y hasta entonces intocables.

El 20 de junio, tras una investigación de la DNA, el exprimer ministro socialista Adrian Nastase, mentor del actual jefe de Gobierno, fue condenado a dos años de prisión por un asunto de corrupción. Un gran revés. Pero los responsables que fueron objeto de la investigación, algunos de los cuales gozan de inmunidad parlamentaria, no se rindieron. Reaccionaron movilizando todos sus recursos para destituir al presidente Traian Basescu y tomar el control de la DNA. "El objetivo de la mayoría parlamentaria es asumir el control de la justicia", afirmó el presidente suspendido. "Mi destitución tan sólo es un paso en este camino".

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"El varano" y sus marionetas

El hombre que orquestó el espectáculo que tiene lugar en el tablero político rumano es Dan Voiculescu, antiguo alto cargo de la Securitate, la policía política del régimen comunista. Apodado "el varano" por su parecido con el gran lagarto, ha ocupado dos mandatos como senador y su riqueza se estima que asciende a más de 1.500 millones de euros. Es jefe de un imperio mediático [al que pertenece el diario Jurnalul Naţional] y había anunciado desde el 1 de mayo la agenda de la destitución del presidente Basescu y que ha seguido al pie de la letra el primer ministro socialista Victor Ponta.

Pero "el varano" y sus marionetas que ocupan altos cargos subestimaron la reacción de las instituciones europeas. El informe sobre la justicia rumana que publicó la Comisión Europea el 18 de julio anula todas las acciones emprendidas por Rumanía para formar parte del espacio Schengen de libre circulación por Europa. Con un ministro de Exteriores, Andrei Marga, admirador de Vladimir Putin y superado por la situación, y un primer ministro acusado de plagio de una tesis doctoral, sin duda parece que peligra la credibilidad de las autoridades actuales de Bucarest.

El conflicto que agita la escena política rumana es reflejo del enfrentamiento entre una Rumanía que quiere evolucionar, modernizarse y adaptarse a las normas europeas y un país inmóvil, anclado en el pasado y controlado por redes que pretenden proteger sus intereses económicos tras la inmunidad parlamentaria. El referéndum del 29 de julio debería servir para que los rumanos zanjaran el problema.

Opinión

Cuidado con el síndrome de la 'oveja negra'

No es la primera vez que Rumanía protagoniza un giro teatral que sorprende a Europa, destaca Luca Niculescu en Revista 22. Pero este año, el escándalo alcanza cotas inéditas. En concreto, en Europa, dado que las medidas tomadas por el Gobierno de Victor Ponta, que han conllevado la suspensión del presidente Basescu, han suscitado reacciones muy duras por parte de los líderes comunitarios. “Europa trata actualmente a Rumanía peor que a la Italia de Berlusconi, a la Francia de Sarkozy en el verano de 2010 o a la Hungría de Viktor Orbán”, considera el periodista.

Más allá de los acontecimientos recientes, hay un fondo de desconfianza hacia este país que “entró a duras penas en la UE [en 2007], cuya justicia todavía se supervisa, y que no emplea correctamente los fondos europeos”. En definitiva, en palabras de un representante europeo, un conjunto que hace que “rara vez se espere recibir una buena noticia de Rumanía”. Por eso, Luca Niculescu se preocupa de que

Rumanía pueda convertirse en la “oveja negra” de Europa, un país considerado poco previsible y que los grandes inversores lo eviten. También se corre otro riesgo, esta vez interno. Que frente a las críticas severas de la UE, aparezca en Rumanía algo que hasta ahora no existía: una corriente antieuropea. Con el telón de fondo de una crisis que todavía no ha terminado, alimentada por políticos que quieren pescar en río revuelto, Europa se puede convertir en el “no-amigo”. El que critica excesivamente y se inmiscuye en “asuntos internos”. Eso sería una catástrofe.

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