El presidente Milos Zeman, el día de su elección, el 26 de enero de 2013.

Zeman, el aprendiz de Putin

Un Parlamento apartado, partidos políticos paralizados, una Constitución manipulada... Desde que Milos Zeman ocupara la presidencia, la República Checa parece estar en pleno retroceso democrático. Según un politólogo, la pertenencia a la UE es la única garantía contra la tendencia oligárquica.

Publicado en 18 julio 2013 a las 11:22
El presidente Milos Zeman, el día de su elección, el 26 de enero de 2013.

Independientemente del resultado de la actual crisis parlamentaria, ya podemos sacar tres conclusiones. Los partidos han fracasado en su función de mecanismo de transferencia de los intereses de los ciudadanos en el proceso de tomas de decisiones políticas. Pero no disponemos de ninguna otra alternativa a los partidos.

El presidente Zeman, el primero elegido por sufragio universal directo, es un elemento de la "putinización" de la política checa, que imita una tendencia generalizada entre los países postcomunistas de Europa Central. La integración europea es quizás hoy la única garantía de liberalización de la sociedad checa y de toda Europa Central.

Actualmente nos encontramos en una situación en la que lo único que podemos hacer es defender a los grandes partidos políticos, aunque no merezcan tal honor. Desde hace tiempo han fracasado en su capacidad de romper con los medios criminales, pero también en su capacidad de evaluación, prácticamente nula. Los partidos son incapaces de desarrollar un enfoque estratégico.

Una situación “muy triste”

El ejemplo más sorprendente ha sido la elección presidencial. A pesar de las advertencias de casi toda la comunidad de politólogos y constitucionalistas, los partidos no han sabido escuchar los argumentos convincentes que les prevenían de la convocatoria de unas elecciones presidenciales por sufragio directo. Por ello, la situación actual es muy triste. La mayoría de la población comenta, parece que con resignación, la parálisis de los grandes partidos políticos.

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Pero la incapacidad de los partidos para defender con eficacia la democracia parlamentaria es ante todo la consecuencia de la ausencia total de respeto hacia los oponentes políticos. En las democracias maduras, este respeto se garantiza con la obediencia a las normas constitucionales y con un sentido desarrollado de la pluralidad de los intereses y las opiniones. Dos características de las que carecen tanto los partidos como la mayoría de la sociedad.

Los partidos se dedican a ejercer una política oportunista, clientelista y estrictamente orientada hacia el márketing, en la que no hay cabida para hacer valer argumentos críticos, ni para defender auténticos principios e intereses políticos. Su defensa del parlamentarismo es poco creíble, porque únicamente les ha interesado cuando se ha convertido en una cuestión de supervivencia, si bien llevan 20 años sin prestarle atención.

El presidente de la República Milos Zeman, [al nombrar un Gobierno de tecnócratas dirigido por su antiguo consejero Jiří Rusnok], decidió boicotear el Parlamento, un hecho sin precedentes. Sin embargo, el Parlamento estaba convencido de tener la capacidad de actuar. A juzgar por el modo en el que Zeman utiliza la Constitución (y en este sentido, [el expresidente checo] Václav Klaus le abrió el camino), parece considerarla más como un instrumento de su poder que como un límite a sus prerrogativas. Sin embargo, la Constitución debe ser ante todo un instrumento para limitar los poderes (el concepto de "checks and balances"*) y supone que los organismos constitucionales sean complementarios, que se controlen y sobre todo que se respeten mutuamente.

La UE: una oportunidad “histórica“

La situación actual es muy similar a la crisis de los partidos políticos que tuvo lugar en la Primera República, [en el periodo de entreguerras]. El punto de partida de esa crisis fue el rechazo de los partidos al pluralismo y una tendencia al autoritarismo. Los estragos de la guerra y la ayuda masiva de los camaradas de Moscú aceleraron el retroceso de la democracia. La democratización del periodo de entreguerras no aportó una liberalización suficientemente sólida, capaz de frenar con eficacia el retroceso de la posguerra.

En cierto sentido, la crisis actual es una ilustración de la incompetencia de la sociedad checa a gobernarse democráticamente. Gracias a la integración europea, la crisis prolongada del sistema de partidos políticos, que el presidente utiliza de un modo indecente para reforzar su propio poder, no generará necesariamente un retroceso de la democracia. Es una oportunidad histórica.

El destino de la democracia en República Checa actualmente está estrechamente relacionado con el éxito de la integración europea y la democratización de Europa en su conjunto. Sin la existencia de la UE, probablemente ya se habría producido una “oligarquización” total de la economía y una “putinización” de la política checa. La UE representa hoy un gran elemento defensor de los pocos islotes de la cultura liberal “positivamente desviados”.

Tan sólo queda esperar que los próximos 25 años aporten una europeización suficiente de la política y de la economía, que se traduzca en el afianzamiento de un sistema eficaz y respetuoso de gobierno democrático y de primacía del derecho en nuestro país.

*en inglés en el texto original

Punto de vista de Austria

"Un aviso dramático"

La nominación de un Gobierno tecnocrático sin la aprobación del Parlamento es “una manera de llegar al poder”, acusa Karel Schwarzenberg en una entrevista al diario austriaco Kleine Zeitung.

Derrotado por Milos Zeman en la segunda vuelta de las presidenciales, en enero, el antiguo ministro de Asuntos Exteriores compara la situación de su país con “la toma de poder por los nazis en Alemania en 1933 y por los comunistas en Checoslovaquia en 1948”.
Esto supone un “aviso dramático”, juzga el Standard.
El diario afirma, en todo caso, que esa apelación al pasado podría salvar a la República Checa de una repetición de la historia, ya que:

Tras el hundimiento del Bloque del Este […], el sentimiento de seguridad asfixió la percepción de peligro que emana de la extrema derecha y de la extrema izquierda en las sociedades libres. La crisis de la Unión Europea y la incapacidad de los gobiernos democráticamente elegidos para domar las fuerzas del mercado global han debilitado la confianza en las instituciones democráticas, tanto en los nuevos con en los antiguos Estados miembros, y han reforzado los extremismos en Grecia, Francia, Inglaterra e Italia.

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