Introducción
La fiebre del oro verde
En la lucha contra el calentamiento global y sus consecuencias, las finanzas verdes y sostenibles parecen ser una maravillosa palanca. Invertir en proyectos respetuosos del medioambiente más que en energías fósiles se presenta como una oportunidad que responde a las demandas cada vez más urgentes de la opinión pública y de ciertos inversionistas.
Por ende, no es de extrañar que un número creciente de empresas esté recurriendo a ellas para desarrollar su actividad, con una verdadera iniciativa ética y ecológica y/o con el cuidado de enarbolarla en sus comunicaciones.
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Las finanzas verdes, desarrolladas en la década de 2010 y oficializadas mediante la aprobación del Acuerdo de París sobre el cambio climático en 2015 (la fecha es importante, y pronto retomaremos este punto), reúnen un gran número de herramientas, instrumentos y actores, con la ayuda de numerosos acrónimos y mecanismos más o menos claros, o poco claros, según sea el caso.
Si bien nos dedicamos a procurar que la información presentada a continuación fuera accesible y comprensible, el tema no deja de ser difícil. La buena noticia es que cuando usted termine de leer esta historia, sus perspectivas sobre las finanzas verdes posiblemente estarán tan despejadas como un bosque primario pasado por los dientes de una motosierra.
Hablemos de Michelin. Entre las empresas europeas que se jactan de haber establecido una política “sostenible”, el gigante de los neumáticos pone de relieve su compromiso para una “gestión responsable y sostenible del sector del cultivo del caucho […] su objetivo ‘cero deforestación’ y su compromiso para la protección de la biodiversidad”. De esta manera, el grupo puede afirmar a sus accionarios y a sus clientes que sus neumáticos de caucho natural son más compatibles con el medioambiente que los de la competencia.
Flor y nata de esta política ambiental sobre el caucho natural sostenible, el proyecto Royal Lestari Utama (RLU) en Indonesia – una empresa conjunta entre Michelin y su socio local Barito Pacific creada en 2015 – se ha presentado mediante numerosos vídeos comerciales como la mayor historia de éxito: plantar árboles de caucho para reforestar las zonas devastadas por la explotación forestal ilegal, crear empleo local y proteger la flora, la fauna, los elefantes, los orangutanes y las crías de tigre. Todo ello con la implicación del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), el patrocinio del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y el apoyo de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), que lo presentaron como un modelo de cadena de valor sostenible.
Después de un primer informe alarmante de la ONG medioambiental Mighty Earth en 2020, la investigación llevada a cabo por Voxeurop durante más de un año y medio con nuestros socios de la revista Tempo en Yakarta muestra los límites de esta operación financiada por “bonos verdes” (o green bonds) comercializados por el banco francés BNP Paribas por 95 millones de dólares. Pasando por silenciosas oficinas europeas en el bosque de Indonesia y por las salas de los mercados de Singapur, nuestros periodistas examinaron minuciosamente documentos, informes y correspondencia, y entrevistaron a los actores principales de las empresas involucradas, ONG y comunidades locales. El resultado final está lejos de ser la imagen idílica que se vendió a los inversionistas europeos.
Desde la década de 1980 y la financiarización de la economía, los actores financieros nos han mostrado que los vacíos legales esconden una oportunidad a corto plazo. ¿Cómo terminan los inversores ecológicos financiando a las grandes petroleras? ¿Qué papel puede desempeñar la prensa? Hemos hablado de todo esto y más con nuestros investigadores Stefano Valentino y Giorgio Michalopoulos, que desentrañan para Voxeurop el lado oscuro de las finanzas verdes; hazaña por la que han sido recompensados varias veces.
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