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La torre solar más alta de Europa, en Sevilla, España (AFP)

Liberar las patentes para salvar al planeta

En lugar de volcar dinero sobre los países en vías de desarrollo para luchar contra el cambio climático, sería preferible facilitarles el acceso a la tecnología. Esta es al menos la posición que defienden dos investigadores holandeses.

Publicado en 12 enero 2010
La torre solar más alta de Europa, en Sevilla, España (AFP)

La conferencia de Copenhague sobre el cambio climático no ha conseguido ningún acuerdo. También cabe lamentar que no se haya alcanzado ningún consenso para la transferencia de tecnología, o en otras palabras, la liberación de patentes en el ámbito de las tecnologías relacionadas con el clima, en beneficio de los países pobres. Los propietarios de estas patentes son principalmente Estados Unidos, Japón y Alemania.

Más valdría que las tecnologías útiles en materia de energía solar, energía eólica, almacenamiento de CO2 y biocombustibles (de segunda generación) no pudieran ser patentadas y fueran de acceso libre, pues en último término son provechosas para todo el mundo. Además, los países en vías de desarrollo sufren los inconvenientes del cambio climático sin beneficiarse de las ventajas de una economía desarrollada. Sin embargo, los países industrializados se niegan a transferir su tecnología. Antes incluso de la conferencia de Copenhague, se buscó el modo de resolver la situación a través del plan de acción de Bali (2007), que dio como resultado la creación de un grupo de trabajo. Este último ha lanzado una serie de propuestas para promover la transferencia de tecnología pero la UE y los Estados Unidos no parecen tener mucha prisa para ayudar a la India y a China a despegar económicamente.

Hay que observar pues con cierta desconfianza la suma de 100.000 millones de dólares que se destinará a los países más pobres a partir de 2020 para paliar las consecuencias del cambio climático. Esta clase de iniciativas, si no van acompañadas de una transferencia de tecnología, se convierten en una forma disfrazada de subvención a favor de nuestras propias industrias. Los países en vías de desarrollo sólo podrán utilizar el dinero para comprar la tecnología a los países industrializados. Una de las objeciones a la transferencia de tecnología es que si se hiciera efectiva, las investigaciones costosas dejarían de ser rentables. ¿Pero acaso el sistema actual es el más eficaz para la promoción de la investigación? A menudo se observa que a las empresas no les interesa explotar sus conocimientos más recientes cuando una invención anterior (de inferior calidad) todavía no ha sido rentabilizada.

Otra solución que merecería al menos cierta reflexión sería la creación de un fondo climático que no se limitara a dar dinero a los países en vías de desarrollo para comprar turbinas eólicas y células solares, sino que asignara a las empresas de todo el mundo una bonificación vinculada a la influencia de su tecnología en la lucha contra el cambio climático. El valor de esta bonificación sería proporcional al impacto positivo de la tecnología sobre el clima. Lo interesante de esta solución es que introduce un estímulo para abordar el problema climático a escala planetaria, al tiempo que permite que se sigan generando beneficios a través de la investigación. Las naciones soberanas tienen tendencia a pensar primero en ellas mismas, y las empresas persiguen ante todo obtener beneficios. Ambos objetivos son sin duda importantes, pero frente a ellos hay un interés superior: la lucha contra el cambio climático. Un interés en el que convergen todos los demás.

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