El domingo 20 de noviembre concluyó la COP27 en Sharm el-Sheij (Egipto), tras dos semanas de negociaciones difíciles. El acuerdo final, entregado tarde y firmado por los representantes de casi 200 países, constituye, pese a todo, un avance histórico en cuanto al tema de pérdidas y daños.

La cuestión del financiamiento realizado por los países ricos de “las pérdidas y los daños” sufridos por los países más pobres, víctimas principales del cambio climático, se agregó tarde a la orden del día pero fue el tema de discusión principal. La creación de un fondo de financiamiento a favor de los países vulnerables, que deberá ser alimentado por los países más ricos y ser operacional a partir de 2023, se celebró ampliamente.

Pero una Conferencia de las Partes no es una COP sin algunas desilusiones. Por ejemplo, se reprochó la falta de ambición del texto final en cuanto al abandono de las energías fósiles, entre otros aspectos. Otros lamentaron la falta de cooperación de ciertos grandes contaminadores, o incluso el comportamiento de Egipto y el poco espacio concedido a la sociedad civil durante las negociaciones.

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